jueves, 4 de septiembre de 2014

G.6: Primeras citas

Kevin P.O.V
Entro en el apartamento que comparto con Derek después de ir a correr a Central Park, y no me sorprende encontrarlo haciendo pesas en la habitación que usamos como gimnasio.
El apartamento originalmente contaba con tres dormitorios, pero Derek, al alquilarlo, convirtió uno de ellos en un pequeño gimnasio que ha llenado de máquinas. Se pasa la mitad del día allí, así que no es de extrañar encontrármelo allí cuando vuelvo.
-          ¡Kevin! ¡A ti quería yo verte! – dice dejando las pesas a un lado.
-          Derek, estoy bastante sudado. Hablamos cuando salga de la ducha.
-          Kev, esto no puede esperar. Solo serán cinco minutos.
Suspiro de resignación y me siento en una de los taburetes de la isleta de la cocina. Derek va a su habitación y vuelve con un paquete bastante grande envuelto en papel de colores.
-          Mientras tú corrías por Central Park, la señorita Richmond llamó a tu teléfono para confirmar la cita de esta noche. – añade haciéndose el interesante.
Eso atrae mi atención de inmediato.
-          ¿Qué le has dicho? – le pregunto, con un ligero tono de histerismo en la voz.
-          Kev, no seas melodramático – dice quitándole importancia al asunto. Lo sigo mirando, por lo que se apresura en contestarme – Le dije que la pasarías a recoger a las 20:30. Justo después de tomarte una cerveza con nosotros en el O´Connoly. – termina él con una sonrisa enorme de satisfacción por haberse salido con la suya.
Miro mal a Derek. Odio que organice mis planes así.
-          Y claro, después de la cena, por si su casa queda muy lejos, os dejaré el apartamento libre.
-          ¿Qué planes tienes tú?
-          Kev, por eso no te preocupes. Tengo una agenda lleva de teléfonos de chicas deseosas de que las llame. Buscar compañía no será un problema. Pero bueno, volviendo al tema, empecé a pensar en ti. En tus años de sequía y eso. Y se me ocurrió regalarte esto.
Derek me tiende el paquete y lo miro con recelo. Saliendo de Derek, puede ser cualquier cosa.
Al abrir el paquete, abro mucho los ojos de la sorpresa al encontrarme con una caja extra grande de preservativos, junto con el libro “¿Qué es esto? La sexualidad explicada para niños”.
-          Si realmente llevas cuatro años en dique seco, vas a necesitar esto esta noche – dice Derek esquivando por centímetros el libro que le acabo de tirar y encerrándose en su habitación. – ¡Mañana me lo agradecerás! – grita a través de la puerta.
Cuento hasta tres lentamente para no ir hasta su habitación y matarlo.
Pienso en la cita con Nancy. Le propuse salir dos meses después de empezar a trabajar juntos, y aceptó salir conmigo hoy, miércoles por la noche, víspera de Acción de Gracias. No sé qué puede pasar en esta cita, pero me muero de curiosidad por saberlo.

Nat P.O.V
Damien me mira desde su asiento a mi lado en la barra. Estamos tomando una copa en el bar de la zona VIP de la terminal del aeropuerto de Sydney. Remojo la aceituna una vez más en el Martini antes de llevármela a la boca.
-          Natalie, sólo te pido que lo pienses bien. – me pide mi mejor amigo por enésima vez acariciándose el bigote.
Cuando algo le preocupa o está sin inspiración siempre se lo acaricia.
-          Pareces un malo de novela cuando planea quitarle la inocencia a una virgen.
-          No cambies de tema, rubia.
Damien en ocasiones puede ser un pelmazo. Y esta vez lo está siendo de verdad. Pero mi decisión es firme.
-          Damien, créeme que lo he pensado. Voy a aceptar la oferta de Victoria’s Secret. Es mi última palabra sobre este asunto. – le digo muy convencida de mi decisión.
-          Sólo piénsalo detenidamente. Tú misma me has dicho que querías pasar más tiempo con Jerry.
-          Sí, sí que lo que he dicho.
-          Dado que todavía tienes un contrato con mi firma, tienes la campaña de MAC, la próxima portada de Sports Illustrated y ahora Victoria’s Secret, lo que estás consiguiendo es no poder ver a tu marido.
-          Créeme, lo sé. Pero no puedo desaprovechar esto. Tú mismo me dijiste que no desaprovechase las oportunidades que me ofreciesen. Y todas son muy buenas oportunidades.
-          Solo digo que estás intentando abarcar demasiado.
-          Damien, sé perfectamente lo que hago, no me sermonees más, que no eres mi madre.
-          Y doy gracias por no serlo. No sé qué haría con una hija como tú.
Damien suspira de nuevo. Me coge las manos y me mira directamente a los ojos.
-          Nat, sabes que estar en este mundo tiene un alto coste personal. Debes aprender a compaginarlo todo.
-          Damien, gracias por el consejo, pero sé lo que hacer. Voy a aceptar esto. Y ahora no quiero hablar más del trabajo, estos días que voy a pasar en Nueva York voy a estar sólo pendiente de Jerry.
Antes de irnos a las Bahamas, donde vamos a sacar las fotos promocionales de la nueva campaña de Damien, voy a pasar unos días con Jerry para celebrar Acción de Gracias. Aunque volveré a verlo en la boda de Johnny y Charlie, va a pasar bastante tiempo hasta que lo vuelva a ver. Y quiero aprovechar estos días al máximo.
No me preocupa la reacción de Jerry con la noticia de Victoria’s Secret. Siempre me ha apoyado en esto. Y esta vez lo volverá a hacer, porque sé que confía en mí. Si he llegado tan alto en este mundo, ha sido gracias a él. No puede fallarme ahora.

Jerry P.O.V
Miro fijamente el fondo de pantalla de mi teléfono. Nat sale sonriendo, como casi siempre. La foto se la saqué hace dos años, en un picnic en Central Park. De hecho, fue el último picnic que hicimos. Desde hace dos años, las veces en las que hemos pasado tiempo juntos han sido muy pocas. Y la echo de menos, muchísimo de menos.
-          Jerry, tío, deja el teléfono. – dice Derek desde el otro lado de la mesa. – Tenemos que darle consejos a Kev para que no la cague esta noche.
Como de costumbre, estamos tomando pintas en el bar de Fergus. Kev tiene una cita con Nancy, la profesora de su colegio. Johnny y Chris han quedado después con Charlie y Lena, y Derek tendrá algún plan con alguna chica. Todos tienen un plan. Todos menos yo, aunque no es de extrañar. Lleva siendo algo habitual desde hace cuatro años.
-          Dek, no tengo muchas ganas de dar consejos esta noche. – le contesto, acercando la cerveza a mi zona de la mesa.
-          Jerry, ¿qué te pasa? Estás raro – me dice Chris después de dar un sorbo a su cerveza.
-          He estado pensando, simplemente.
-          ¿Tú, pensando? Tíos, brindemos, esto es algo para la posteridad. – dice Dek levantando su copa, pero la baja cuando ve mi cara.
-          ¿En qué has estado pensando, Jerry? – me pregunta Johnny.
No ha sido fácil llegar a esto. Nada fácil. Lo he estado pensando durante demasiado tiempo y tampoco puedo seguir guardándomelo para mí.
-          Creo que voy a pedirle a Nat un tiempo.
Los chicos no ponen cara de sorpresa. Creo que se lo esperaban. Era de esperarse.
En los últimos cuatro años, he estado solo un mes seguido con Nat. El resto del tiempo ha estado viajando, haciendo desfiles y saliendo en campañas publicitarias.  En todo este tiempo, ha conseguido hacerse con un nombre dentro del mundo de la moda. Ha trabajado mucho para ello, pero a un alto precio.
La apoyé en su momento, cuando empezó a trabajar con Damien Hill, y todavía la sigo apoyando, pero eso no excluye que me sienta solo. En los últimos cuatro años, Nat solo ha pensado en ella misma, sin pensar en nosotros, en nuestro matrimonio. Y empiezo a cansarme de la situación.
-          Jerry, ¿estás seguro de ello? – pregunta Chris, con lo que asiento – Es una decisión importante.
-          Lo sé, lo he pensado mucho. Pero voy a hacerlo. Quiero ser egoísta por una vez. Siempre ha sido ella la importante, pero yo también formo parte de este matrimonio.
Johnny me pasa un brazo por los hombros, intentando ofrecerme algo de consuelo.
-          ¿Cuándo se lo vas a decir?
-          La próxima vez que venga a Nueva York. Esto es algo que tenemos que hablar en persona. No es algo que pueda decirse por teléfono.
Doy un sorbo a mi cerveza.
-          Jerry, sabes que vamos a estar aquí. No te vamos a dejar solo con todo esto.
-          Kev, no me habéis dejado solo en los últimos cuatro años. Y os doy gracias por ello.
Puede sonar cursi, pero ellos siempre han estado allí. Y sé que estarán ahí cuando hable con Nat. Algo que me da miedo, pero que tengo que hacer.

Kevin P.O.V
Aparco el coche delante de un edificio rojo en Mulberry Street, donde vive Nancy. He quedado en recogerla y después llevarla hasta Pierrot, un restaurante francés en el Soho que me ha recomendado Derek.
La veo salir. Está guapísima. El pelo rubio le cae en ondas, y el vestido rojo que lleva puesto le marca perfectamente todas las curvas. Me da un beso en la mejilla y se fija en mi coche por primera vez.
-          ¡Dios mío! ¿Es tuyo este coche? – exclama sorprendida al ver mi Ford Anglia azul.
-          Ajá. – respondo
-          ¡Me encanta! Es como el que sale en Harry Potter.
Sonrío satisfecho. Compré el coche porque me había enamorado de él cuando lo vi en la segunda película de Harry Potter, y me alegra comprobar que a Nancy le gustan esas pelis.
Le abro la puerta del coche a Nancy y después me acomodo yo a su lado.
-          Lo compré en una subasta de coches antiguos en Denver, con diecisiete años.
-          ¿Tan joven? – pregunta ella sorprendida.
-          Había trabajado durante dos veranos dando clases de inglés a niños pequeños. Conseguí ahorrar lo suficiente para comprarme un coche. Fui a la subasta, dispuesto a comprarme un coche barato… Pero vi el Ford Anglia, y no pude resistirme.
-          Eso suena a amor a primera vista.
-          Lo fue. Me gasté todos mis ahorros en el coche. Fue la única locura que cometí en mi vida.
-          ¿Solo la única? – pregunta ella con coquetería.
-          Siempre he sido demasiado responsable. – le contesto a regañadientes.
Nancy pone en marcha el equipo de música y suenan los primeros acordes de “Pinball Wizard”.
-          “Clásico” sería la palabra. – añade ella entre risas. – Espera, déjame adivinar. Fuiste el valedictoriam de tu curso.  Seguro que también fuiste el delegado de curso durante un considerable número de años.
Asiento en silencio y ella suelta una carcajada.
-          Lo sabía. Sabía que eras el típico niño bueno responsable.
-          Créeme, lo era. En Stanford dejé algo de lado esa faceta.
-          Hubiera apostado que venías de Harvard o alguna universidad pija de estas. – río en silencio.
Llegamos al restaurante, y encuentro aparcamiento a pocos metros de la puerta del local. Salimos del coche y le abro la puerta.
Nancy mira complacida a su alrededor. El maître se acerca a nosotros y doy mi nombre, por lo que nos conduce a una mesa situada en uno de los extremos del local. Por suerte, nos han dejado en una mesa con más intimidad.
Le aparto la silla y ella se sienta. Me siento enfrente de ella y espero expectante lo que tiene que decir sobre esto.
-          Vale, reconozco que con el coche ya habías ganado puntos, pero esto es genial. Sí que sabes cómo impresionar a una chica.
Le dedico una sonrisa tímida y ella sonríe.
-          ¿Es la primera vez que vienes? – pregunta ella echando un vistazo a la carta.
-          No. Pero Derek me lo ha recomendado, así que supongo que estará bien. Tiene un gusto pésimo para las citas, pero suele acertar con los restaurantes.
-          Me fiaré de vuestro criterio entonces.
Echamos un vistazo a la carta, y al poco tiempo, aparece el camarero para tomarnos el pedido.

-          Para la señorita filet mignon, por favor. Y para mí, pato salvaje con salsa de fresa. – añado rápidamente dejando la carta en un lado de la mesa.
-          ¿Les apetece vino a los señores?
-          ¿Nancy? – pregunto.
-          Sí, por favor. – contesta ella retirando la carta.
-          Lo dejo a su criterio, entonces.
El camarero desaparece de nuestra vista, dejándonos solos.
-          ¿Y tú qué? Aun no me has contado tu historia.
-          No hay mucho que contar. Me crie en un pueblo pequeño de Alabama, saqué muy buenas notas en el instituto y conseguí una beca para venir aquí a la universidad, a Nueva York. Y me enamoré de la ciudad. Por eso quise quedarme aquí tras graduarme. Nueva York me ofrecía mucho más que Brentwood. Es una ciudad genial.
-          Lo es. – admito.
-          ¿Y qué me dices de ti? ¿Cómo es que un chico de Denver acabó aquí?
El camarero interrumpe nuestra conversación y comienza a servirnos el vino. Hecho esto, se retira con discreción, permitiéndome responderle a Nancy.
-          Mi padre es el dueño y director de St. Peter College, un internado a las afueras de Denver. Estudié en el internado y, al graduarme, solicité plaza en Stanford.
-          La universidad de los no-pijos. – añade ella antes de darle un sorbo a su copa de vino.
-          Exacto – le respondo sonriendo – Después de graduarme, no tenía muy claro lo que hacer. Mis padres querían que diese clase en el internado, para acostumbrarme a estar allí y dirigirlo en un futuro.
-          Pero no regresaste a Denver.
-          No lo hice. No quería volver al internado tan pronto. Me gusta demasiado mi libertad como para renunciar a ella tan pronto.
-          ¿Y cómo es que decidiste venir a Nueva York?
-          Mi amiga Lena nos convenció a todos. Ella siempre vivió aquí, y quería vivir aquí tras graduarse. Chris, su novio y muy amigo mío, decidió mudarse. Charlie y Johnny decidieron probar suerte aquí, y consiguieron buenos contratos como abogados de empresas privadas. Jerry ya vivía aquí, así que el que faltaba era yo.
-          Y pensaste que sería una buena idea venir a vivir a Nueva York.
-          Sigo pensando que es una buena idea. Conozco a mis amigos desde el primer curso del internado, son mi segunda familia. No quería estar separado de ellos tampoco.
-          Creo que tomaste una buena decisión. Por un lado lo de venirte aquí, y por otra lo de querer seguir con tus amigos. Son un apoyo para ti.
-          Lo son. Es genial que estén aquí. Es como si nada hubiese cambiado desde el internado.
Seguimos con la conversación durante toda la cena. Como me imaginaba, Nancy es tan interesante como había supuesto es un principio. Coincidimos bastante en gustos literarios, ya que ella es tan fan de Dickens como yo, aunque no puedo decir lo mismo con respecto a la música.
Salimos de la cena y caminamos hacia el coche. Una vez dentro, le pregunto a Nancy qué le apetece hacer.
-          Me apetece tomar una copa.
-          Está bien. ¿Dónde te apetece ir?
-          Bueno… Derek me ha comentado cuando te he llamado antes que haces unos mojitos de muerte.
Me sonrojo sin poder evitarlo, aunque con la oscuridad en el Ford Anglia, Nancy no puede verme.
-          De acuerdo. Te haré esos mojitos.
Conduzco de nuevo hasta el apartamento que comparto con Derek. Aparco en el garaje del edificio y subimos en el ascensor hasta mi piso. Entramos en el apartamento y enciendo las luces.
-          Vaya Kev, es precioso.
El apartamento es un amplio espacio abierto sin paredes, en tonos gris y blanco. En una de las esquinas se encuentra una cocina americana, separada del salón por una barra de desayuno. En el espacio central están los sofás y la televisión, y en la otra esquina, una zona de trabajo compuesta por mi escritorio de trabajo y la mesa de dibujo de Derek. En la pared del fondo se encuentran mi habitación, la de Derek, el gimnasio y el baño compartido.
-          ¿Te gusta?
-          Ajá – dice ella sentándose en uno de los sofás – Bastante ordenado para dos tíos.
-          No sin mucho esfuerzo – añado, con lo que ella se ríe. – Ponte cómoda, haré esos mojitos.
Me quito la americana y la deposito sobre uno de los taburetes de la cocina. Echo hacia atrás las mangas de la camisa y saco los ingredientes. Empiezo con la tarea y noto los brazos de Nancy abrazándome por detrás.
-          ¿Quieres que te ayude? Me siento un poco inútil ahí sentada.
-          De acuerdo.
Coloco a Nancy delante de mí. Es más bajita que yo,
-          Mete las hojas de hierbabuena en los vasos, pero deja unas pocas para el final, para la decoración. – Nancy hace lo que le digo bastante rápido – Y ahora añades dos cucharadas de azúcar y exprimes la lima.
-          ¿Así? – pregunta ella girándose hacia mí.
Está adorable ahora mismo. Sonríe, coqueta, la sonrisa se le extiende hasta los hoyuelos. Siento unas ganas enormes de besarla.
-          Kevin, creo que no me apetece el mojito – dice ella girándose hacia mí y mirándome.
-          ¿Ah, sí?
-          Creo que me apetece hacer otra cosa ahora mismo.
La tensión se percibe en el ambiente. Casi a la vez, nos abalanzamos el uno sobre el otro. Nuestros labios chocan y comenzamos un baile de lenguas. La sujeto por la cintura y ella hace lo mismo con la mía.
Pronto nos quedamos sin aliento y nos separamos un poco. Nancy sonríe.
-          Creo que deberíamos ir al dormitorio.
-          A sus órdenes, milady.

La cojo en brazos y ella suelta una carcajada. La vuelvo a besar y la llevo al dormitorio, de donde no tengo pensado salir hasta mucho después.