jueves, 23 de enero de 2014

G.3: El profesor Rumsfeld

Lena P.O.V
Derek sigue sonriendo ante mi expresión de asombro absoluto. Me invita a sentarme con un gesto en la silla que está enfrente de su escritorio.
-          ¿Cómo no me has dicho nada? – pregunto en cuanto me recupero de la impresión – Ni tú, ni la tía Abbie, ni mi padre…
-          Tu padre nos pidió que no te dijésemos nada. Quería que fuese una sorpresa. No sabes lo que me ha costado no contártelo, pero solo por ver tu cara, ha valido la pena – dice él sonriendo aún más.
Lo miro con odio y él empieza a reírse. Cabrón.
Tengo mis motivos para estar enfadada. Derek sólo lleva un año más que yo en la empresa y ya es mi jefe, y eso no es justo. No, para nada justo. Ya lo había aguantado durante la universidad con sus constantes bromas, con el hecho de que les diese mi número a todos los tíos de su hermandad para que dejase a Chris, y con sus incontables intentos de tener un lío con mis amigas. No, no quería volver a aguantarlo en el trabajo.
-          Me voy a presentar mi renuncia. – le digo convencida con mi decisión.
-          ¡Pero si te acaban de contratar! – exclama él sorprendido.
-          Derek, no pienso tenerte como jefe. – le digo levantándome de la silla.
Derek me alcanza antes de que abra la puerta. Tira de mi para que vuelva a sentarme y yo suelto un bufido que él oye claramente.
-          Gatita, no saques las uñas todavía. Podemos hacer un trato – dice él cruzando las manos por encima de la mesa.
-          Te escucho – le digo, aunque no me fio de lo que me proponga.
Fiarse de Derek es como pactar con el diablo. Nunca sabes cómo va a acabar la cosa.
-          Prima, realmente quiero trabajar contigo. – dice él intentando poner un tono convincente – Así que te haré una oferta que no podrás rechazar.
Derek recuerda mucho a las negociaciones de Vito y Michael Corleone en la peli de “El padrino”. Mi tía hizo mal en dejarle ver pelis de mafiosos cuando era un crío.
-          Dek, deja de imitar a Vito Corleone y habla de una vez. – le digo exasperada.
-          Lena, déjame escenificar. Me falta lo del gesto de los dedos para parecer un italiano. – responde él haciéndose el ofendido.
-          Al grano Dek.
-          Está bien, está bien. Si no renuncias al puesto… - hace una pausa teatral y yo pongo los ojos en blanco – Prometo que no seré un jefe tiránico.
-          ¿Crees que eso es suficiente?
-          ¿Qué más quieres? – pregunta él con un gesto de exasperación.
-          Solo dos cosas más.
Derek me mira exasperado y habla:
-          Dilas antes de que me arrepienta.
-          Lo primero de todo, no espantes a Kevin del apartamento. Es mi amigo y es buena persona.
-          Vale, lo pillo. Nada de ser un tirano con Kev. Pero te recuerdo que a mí también me interesa tener un compañero, el alquiler no se paga solo.
-          Quería dejarlo claro.
-          Bien, ¿qué más?
-          No te pido que os convirtáis en los mejores amigos, pero por favor, por favor, trata con cordialidad a Chris. Sé que no lo aguantas, pero para mí es importante que os llevéis bien. 
Derek se lo piensa unos instantes y suspira antes de contestarme:
-          De acuerdo.
-          Trato hecho – le digo tendiéndole la mano.
Nos damos un apretón de manos y sonrío. Creo que esto puede funcionar.
Salgo del despacho de Derek y vuelvo a mi mesa para encontrarme con un centro de flores gigante colocado encima. En un lateral han dejado un sobre que lleva mi nombre con una caligrafía que reconozco al momento. Lo abro, saco la tarjeta y la leo con una sonrisa enorme.
“Felicidades por tu primer día de trabajo. Estoy orgulloso de todo lo que has hecho para llegar hasta aquí, y por eso, tengo un plan para celebrarlo. Te recojo cuando salgas del trabajo. Te quiero, no puedes imaginarte hasta qué punto. Chris.”
***
Kevin P.O.V
La fachada neogótica del colegio Foris aparece ante mí cuando me bajo del taxi. Por un momento, sabiendo que tengo tiempo de sobra antes de mi primera clase, me detengo a observar. El colegio tiene un aire señorial que impone, pero hoy no me puedo dejar intimidar por nada.
Según me han explicado, el colegio es solo hasta los cursos del instituto, que es cuando los alumnos se van a continuar sus estudios al St. Jude College. Lena, Derek, Ethan y Betty han estudiado aquí, y me han dicho que es muy buen colegio.
Subo por la escalinata hasta la puerta principal, la cruzo y me adentro en el interior. Por dentro, el colegio me recuerda mucho al internado. Recorro el pasillo hasta llegar al que recuerdo como la sala de profesores.
Al entrar, veo como la directora Jenkins me saluda desde su sitio de la mesa y me indica con un gesto que me acerque. La directora Jenkins me recuerda mucho a la profesora Linton, pero es menos seca que esta última.
-          Buenos días directora.
-          Buenos días profesor Rumsfeld. Espero que ya se haya instalado.
-          De hecho, sí, ya lo estoy. Gracias por su interés.
-          Me alegro de que así sea. Y bien, ¿tiene clase ahora?
-          Sí, en media hora.
-          Pues le dejo que se marche. Sólo quería desearle suerte en su primer día.
-          Gracias directora – le contesto.
Un profesor se acerca a mí cuando me dispongo a marcharme.
-          Así que tú eres el nuevo profesor de historia – me dice.
-          Kevin Rumsfeld – le digo tendiéndole una mano.
-          Clifford James. Enseño matemáticas a los de quinto grado. Déjame que te presente al resto.
Cliff me presenta al resto de los profesores que están allí. Emily Charles, la profesora de literatura; Mitch Taylor, profesor de gimnasia; Cecily Livingstone, y por último, Nancy Richmond.
Nancy es guapa. Muy guapa. Tiene el pelo rubio y los ojos azules, y una sonrisa preciosa. Me sostiene la mano unos segundos más de lo normal y sonríe. Le sonrío de vuelta.
Los demás profesores se alejan dejándonos solos, y Nancy sonríe.
-          Soy profesora de historia, como tú. Les doy clase a los del grupo B de sexto grado. Si necesitas cualquier cosa, dímelo.
-          Te lo agradezco de veras, Nancy. – le respondo sonriendo.
-          Voy a darte mi teléfono por si tienes cualquier duda. Con lo que sea, llámame. – dice apuntando su teléfono en un post-it y entregándomelo.
Vuelvo a sonreírle.
-          En serio, muchas gracias.
-          Yo también fui novata – dice ella despidiéndose y guiñándome un ojo.
Observo como se aleja contoneando las caderas y sonrío como un bobo. Nancy es demasiado atractiva como para ser legal. Debería estar prohibido ser tan guapa.
Noto como alguien me da un puñetazo en el brazo para que vuelva al mundo real. Me giro y veo como Betty me mira burlona.
-          Así que tú también has caído bajo el hechizo de Nancy Richmond…
Creo que Beatrice Fawkes Manson, Betty para los amigos, es una de mis personas favoritas en el mundo. Nos presentó Lena hace ya un año, poco después de la boda de Betty e Ethan, y me cayó muy bien desde ese momento. Betty es muy dulce y cariñosa, pero también tiene su genio, aunque bien guardado bajo la apariencia de niña inocente que nunca ha roto un plato.
-          No me vengas con esas, pequeña hobbit. Acabo de llegar y ya quieres monopolizar mi amistad.
-          Imbécil – dice ella dándome otro golpe suave en el brazo.
No puede decirme nada por lo de meterme con su altura. Si mide 1,60 es cosa suya, y debería estar acostumbrada a que la llame hobbit. Llevo haciéndolo desde el año pasado.
-          Venga Fawkes, no te sulfures. Es mi primer día aquí, ten un poco de compasión por el novato.
-          Realmente, me das mucha pena. No me gustaría estar en tu lugar. – añade ella pasando de largo y dejándome intrigado con su comentario.
-          ¿A qué te refieres? – le pregunto con un tono de preocupación en la voz.
Ella sonríe burlona y se aleja agitando su melena castaña hacia el pasillo. La sigo corriendo, ya que aunque es bajita, es rápida.
-          Vamos Betty, no puedes dejarme con la intriga.
-          Por llamarme hobbit, no te voy a contar nada. – dice ella antes de entrar en su clase y cerrarme la puerta en las narices.
Suspiro y toco la puerta con los nudillos. Entro y, por suerte, la clase está vacía.
-          Que poco has tardado en venir arrastrándote – dice ella desde su mesa.
-          Sabes de sobra que es una broma. En realidad no creo que seas un hobbit.
Betty se lo piensa durante unos momentos y sonríe.
-          Vale, estás perdonado.
-          ¿Y me vas a contar algo sobre lo que me espera?
-          Eso tendrás que descubrirlo por ti mismo.
No insisto más, porque sé que Betty no me va a contar nada hasta que no vea lo que me espera con mis propios ojos.
-          Y bien… – digo intentando sonar casual – ¿Qué puedes decirme sobre Nancy Richmond?
Betty ahoga una carcajada y vuelve a mirarme burlona.
-          No me digas que tu amor inmortal ya está olvidado.
-          Realmente, no lo sé. Pero Nancy me gusta.
-          Pues estás de suerte. Nancy está soltera desde principios del verano.
-          ¿En serio?
-          ¿Crees que te engañaría? Me gustaría que rehicieses tu vida de una santa vez. Al paso que vas, acabarás convirtiéndote en el tío solterón rodeado de gatos.
Bufo con su comentario. Pero en el fondo tiene razón.
-          Todavía no he quedado con Nancy. – le recuerdo.
-          Pero si eres listo lo harás. Aprovecha la oportunidad Kev, Nancy es una buena chica y no creo que siga soltera por mucho tiempo más. Hazme caso.
Sé que Betty querría continuar hablando, pero el sonido del timbre nos interrumpe.
-          Te veo en el descanso para tomar un café y para que me cuentes que tal te ha ido. ¡Suerte! – exclama ella despidiéndose.
Le hago un saludo militar y salgo de su clase. Caigo en la cuenta de que me he dejado el maletín con todos mis papeles y lo que traía preparado para la clase de hoy en la sala de profesores. Corro por los pasillos, llego a la sala y cojo el maletín mientras oigo como los pasillos se llenan de voces infantiles.
Me pierdo por el camino y acabo en un pasillo diferente. Vuelvo sobre mis pasos y, al llegar al vestíbulo, recuerdo el camino que lleva hasta el pasillo donde está mi clase.
Ocho minutos después del comienzo oficial de las clases, me paro ante la puerta de mi aula. De repente estoy nervioso. Es mi primera clase, al fin y al cabo. No tengo por qué asustarme, me digo mentalmente. Solo son niños de doce años. No van a hacerme nada. No son unos pequeños monstruos.
Suspiro y me armo de valor antes de entrar. Nada más abrir la puerta, un cubo lleno de agua me cae encima y me empapa entero antes de que pueda decir siquiera los “buenos días”.
Las risas de los monstruos no se hacen esperar. Genial, lo que me faltaba. Completamente empapado, me siento en mi silla mientras los miro fijamente.
-          Buenos días profesor Rumsfeld – exclaman los monstruos con sonrisas burlonas.
Cabrones. Esta me la van a pagar. Segurísimo.

***
Horas después de mi desastroso primer día de clase, estoy en el O’Connoly, el bar irlandés que está justo debajo del apartamento que comparto desde hace dos días con Derek en West 54th St., en la zona de Midtown.
Supuestamente estamos celebrando lo bien que nos ha ido a Chris, Johnny, Charlie, Lena y a mí en nuestro primer día de trabajo, pero yo no tengo ganas de celebrar nada.
-          No es posible que fueran tan cabrones – exclama Charlie indignada.
-          Créeme, según Betty, eso es lo más suave que me espera. – respondo tranquilamente.
-          Y Betty nunca miente – termina Derek.
-          ¿Pero tan malos son? – pregunta Lena.
-          Lena, son criaturas del demonio.
-          ¿Quiénes son criaturas del demonio? – pregunta Fergus acercándose con nuestras cervezas.
Fergus O’Connoly es el dueño del bar. Es la versión quince años mayor de Jerry, solo que pelirrojo y con barba. Venimos aquí desde hace una temporada, el tiempo suficiente para que Fergus se sepa los nombres de todos.
-          Los nuevos alumnos de Kevin – responde Johnny repartiendo las cervezas por la mesa.
-          No creo que sean peores que las banshees – responde él tranquilamente marchándose a la barra.
Jerry asiente a la afirmación de Fergus. En este bar, Jerry está en su salsa rodeado de todo lo que tenga que ver con el folklore irlandés. Incluida la música.
-          Fergus tiene razón, Kev. No hay nada peor que una banshee. – afirma él.
Suspiro de resignación. Para Jerry, nunca habrá nada peor que una banshee. Es inútil discutir con él.
-          Lo único bueno del día ha sido conocer a mis compañeros. Ya conocía a Betty, pero el resto parecen buena gente. Sobre todo Nancy – digo y bebo un sorbo de mi Guinness.
Se hace un silencio de expectación en la mesa. Es obvio que todos quieren saber quién es Nancy.
-          ¿Nancy? – preguntan Charlie y Lena a la vez con un evidente tono de interés.
-          Nancy Richmond, es la profesora de historia del otro grupo de sexto grado. – añado rápidamente. – Me ha dado su teléfono por si tengo alguna duda con lo del curso y eso.
-          ¿Está buena? – pregunta Derek sin cortarse un pelo.
Lena y Charlie le dan una colleja y él se queja.
-          Digamos que es atractiva – respondo para causar expectación.
-          Kevin, si una tía que está buena te da su teléfono, no es para hablar de historia precisamente. – añade Derek.
El resto del grupo asiente. Del grupo, Derek es, sin contar con Chris, el que más experiencia tiene con las mujeres. Nunca lo he visto con la misma chica dos veces.
-          Vale, es guapa. ¿Qué más quieres? – exclama Derek. – Da igual que sea tonta si solo quieres tirártela.
Lena y Charlie ponen los ojos en blanco, y el resto se ríen.
-          Kev, si te parece atractiva y agradable y todo eso, ¿por qué no la invitas a salir? – pregunta Lena por todos.
-          Ya sabes por qué – respondo tras un trago.
Lena y Charlie me miran con comprensión.
-          Kev, han pasado cuatro años. – dice Chris tras unos segundos de silencio.
Lo sé de sobra. No hace falta que Chris o cualquiera de los chicos me lo recuerde. Han pasado cuatro años desde que Penny se fue a París, cuatro años desde que la echo de menos. Cuatro años desde que no tengo nada con ninguna chica.
-          Sé que han pasado cuatro años, pero parece que solo han pasado cuatro meses. – admito tras reflexionarlo antes.
-          Kev, Penny no va a volver – dice Lena con voz suave.
-          Tienes que rehacer tu vida. Por dios Kevin, tienes veintidós años, un trabajo respetable y eres atractivo. Deberías estar ligando con todas las chicas que se te pongan por delante, no lamentándote por algo que pasó hace cuatro años. – completa Charlie la frase. – Tienes que superarlo.
No añade nada más, porque no hace falta que continúe para saber lo que quiere decir. Penny ha rehecho su vida. Lo sé de sobra.
Siete meses después de la marcha de Penny, fui a París a buscarla. Todos los del grupo me advirtieron de que no fuese, pero, por una vez, no les hice caso. Y eso que insistieron. Todavía oigo la voz de pito que pone Nat cuando quiere intentar sonar como una adulta: Kevin, no vayas. No va a estar esperándote después de todo este tiempo.
Pero, sinceramente, me daba igual. Penny lo era todo. Sentía que algo fallaba sin ella. Como en “Ain’t no sunshine”. Yo me sentía así. Me arrepentía de no haberle dicho que la quería mucho antes. De no haber pasado más tiempo con ella. Joder, me arrepentía de haberme quedado en Stanford y no haberme largado a París corriendo.
Por eso me iba a París. A recuperar a mi chica.
Tras llegar a la ciudad, fui a esperarla a la puerta de su facultad antes de que acabase las clases. Quería darle una sorpresa. Me esperaba un reencuentro como los de las pelis ñoñas que ven mis amigas. Sólo faltaría el campo con margaritas y una canción de los Beach Boys. Ella me vería entre la multitud, sonreiría, y todo seguiría como si esos siete meses no hubiesen existido nunca.
Pero mi plan se fue a la mierda. Debía de habérmelo esperado. Debería haberlo hecho. Joder, habían pasado siete meses en los que no habíamos hablado en absoluto.
En cuanto empezó a salir la gente, estuve atento por si veía a Penny por algún lado. Y salió por fin. Estaba preciosa. Ella no es consciente de lo guapa que es. Cuando sonríe, el mundo se detiene un segundo.
Pero mi ensoñación del reencuentro voló por los aires. Detrás de ella salió un chico moreno la agarró por la cintura, y le dio un beso rápido antes de que ambos girasen hacia la derecha y se perdieran de vista entre la multitud.
París no es la ciudad del amor. París es la ciudad de la mierda.
Charlie y Lena me sacan de mi ensoñación. Las miro, consciente de lo que están pensando ahora mismo, y sonrío. Tienen razón. No puedo quedarme en los dieciocho para siempre.
-          Voy a invitar a salir a Nancy. Creo que es hora de superarlo.

Lena P.O.V
Cuando salimos de O’Connoly ‘s, caminamos hasta donde está aparcado el Audi R8 gris de Chris. Una vez montados en el coche, miro a Chris con cara de interrogación.
-          ¿Vas a decirme ahora donde vamos a ir a cenar?
-          Se supone que es una sorpresa – dice él mientras sonríe y arranca tranquilamente.
Me gustan las sorpresas, pero me estoy impacientando. Cuando vino a recogerme a Williams Tower, pensé que iríamos directamente a nuestra cita, pero Johnny nos llamó para quedar todos en el bar de Fergus para celebrar nuestro primer día como adultos.
La verdad es que lo pasamos bien. Cada uno tiene sus propios problemas, pero estamos contentos. Jerry ya lleva un tiempo en la dirección de Quick Time, así que ya está acostumbrado a la rutina. Johnny está encantado con lo de trabajar en Schoomaker Enterprises, ya que tiene despacho propio. Charlie está contenta de trabajar en Williams Inc., pero estoy segura de que sería más feliz trabajando como abogada penalista. Nat sigue de viaje en Europa, rodando el anuncio para el nuevo perfume de Givenchy, y no contamos con verla hasta dentro de dos semanas o así. Chris se está acostumbrando rápido a Schoomaker Enterprises, y está decidido a triunfar allí.
Pero, de todas las noticias de hoy, por el que más me alegro es por Kevin. Aunque tenga que pelearse con los monstruitos, quiere rehacer su vida. Se merece que le pase algo bueno.
Chris aparca enfrente del Met, y sonríe travieso.
-          ¿Tu cita sorpresa es en el Met? – pregunto.
-          Frío, frío. – responde tras una carcajada. – Sigo diciendo que es una sorpresa. Y por eso, voy a vendarte los ojos.
Chris saca un pañuelo de seda azul del bolsillo de su pantalón y me lo enseña para veo que opino.
-          ¿No irás a dejarme sola en el medio de la calle? – pregunto.
-          Tranquila, no soy tan cruel. Venga, póntelo. Te va a gustar.
Chris me ata el pañuelo con firmeza, y consigue que no vea nada. Me coge de la cintura y tira de mí para que lo siga. Caminamos unos cuantos metros, y deduzco que entramos en un edificio por el silencio que nos rodea de repente, muy diferente al ruido del tráfico de la Quinta Avenida a estas horas.
-          ¿Me puedo quitar el pañuelo ya?
-          Lena, ¿te he dicho alguna vez que eres una impaciente?
Noto cómo subimos a un ascensor por el ruido de las teclas al pulsarse.
-          Millones de veces.
-          Pues te lo repito ahora. Impaciente.
-          Idiota – exclamo intentando darle un puñetazo.
-          ¡Ay! Mira que si me pegas no podré enseñarte lo que quiero que veas.
-          Vale, me callaré. Pero esto está siendo demasiado misterioso.
-          Lena, Lena, Lena. Si estoy siendo misterioso es por algo. – responde él.
Con su contestación lo único que ha conseguido es que esté aún más intrigada por la cita sorpresa. Noto como el ascensor se para y las puertas se abren. Salimos de él, quedando nosotros solos en la estancia, a juzgar por el silencio.
-          ¿Ya hemos llegado?
-          Claro que sí. Espera que te quito el pañuelo.
Chris se sitúa detrás de mí y me va desatando el nudo del pañuelo. Cuando por fin vuelvo a ver, me quedo boquiabierta.
Estamos en un recibidor completamente vacío. Me giro y veo unas escaleras que suben hacia lo que supongo que es el piso de arriba. Me giro hacia Chris y veo que sonríe.
-          Ven, voy a enseñarte todo esto.
Del recibidor pasamos a una estancia vacía enorme que deduzco que es el salón de la casa. De allí pasamos por una puerta a un comedor, que comunica a su vez con la cocina por otra puerta.
Recorremos el resto de la planta, pero sólo hay habitaciones más pequeñas que el salón y el comedor.
-          Había pensado en hacer una biblioteca aquí. – dice Chris como restándole importancia a su frase.
-          ¿Has comprado el apartamento?
-          Esta mañana – responde con una sonrisa.
Chris me guía al piso de arriba, donde entramos en lo que supongo que es el dormitorio principal. El dormitorio cuenta con dos puertas, una da a un baño enorme, y la otra a un armario demasiado pequeño para dos personas.
El resto de la planta consta de habitaciones normales. Volvemos a bajar al salón, y Chris abre una puerta en la que no me había fijado antes. La abre y salimos hacia una terraza enorme con vistas al Met y a Central Park.
Silbo de admiración mientras me apoyo en el bordillo para admirar las vistas. Realmente, las vistas son increíbles desde aquí.
-          ¿Sorprendida? – pregunta él colocándose a mi lado.
-          Desde luego, esto sí que es una auténtica sorpresa. – respondo maravillada.
-          ¿Te gustaría veo todo esto durante el resto de tu vida? – pregunta intentando sonar casual.
Lo miro desde mi posición. Sonríe tranquilo, como si supiera la respuesta de antemano.
-          Si es contigo, donde sea – respondo.
Le abrazo y él hace lo mismo conmigo. Chris me besa suavemente, pero yo profundizo el beso, hasta que ambos nos apartamos casi sin respiración y con una sonrisa.
-          Entonces, ¿te mudas?
-          Por supuesto. Después de esto, intenta echarme de aquí.
Chris suelta una carcajada sin soltarme de su agarre.
-          Dime, ¿qué te parece el apartamento? Ya que vamos a vivir aquí, me gustaría saber qué opinas de todo esto.
-          ¿Quieres mi opinión como novia o como arquitecta?
-          Como arquitecta, preferiblemente.
Le guío hacia el interior y señalo la pared del salón que da a la terraza.
-          Para empezar, no entiendo cómo no hay ni una ventana en esta pared. Las vistas son maravillosas desde aquí, deberían poder verse desde el salón.
-          ¿Qué sugieres?
-          ¿Qué te parece una pared de cristal? Estaría perfectamente integrada, le daría más luz a la habitación.
-          Me parece perfecto – responde él con una sonrisa. – ¿Algo más, señorita Williams?
-          Las puertas. No entiendo cómo hay tantas puertas para llegar desde el salón a la cocina. Con unos arcos grandes comunicando todas las estancias todo quedaría mejor. O simplemente, quitar las paredes.
-          Podemos pensar que es lo que queda mejor con la casa. Pero me fío de tu criterio. ¿Algo más?
-          Lo que has dicho de la biblioteca me gusta, así que sólo tengo una objeción más.
-          Sorpréndeme.
-          Si voy a vivir aquí contigo… – empiezo a decir mientras paso mis brazos por sus hombros. – Quiero un vestidor.
-          Debí habérmelo imaginado. Bien, todo tuyo. Haz los cambios que quieras. Quiero que seas tú la que diseñe nuestro futuro hogar.
Nuestro futuro hogar. Suena bien. Deliciosamente bien.
-          De acuerdo. Me encargaré de diseñar los nuevos planos.
-          Y para celebrar todo esto – dice él – nos vamos de picnic.
-          ¿De picnic? – le pregunto divertida.
Vamos hasta la cocina, donde Chris coge una cesta de picnic en la que no me había fijado antes. Me conduce hasta la terraza, y de la cesta saca una manta de cuadros rojos y verdes que extiende en el suelo. De la cesta saca los famosos emparedados de queso y salchicha de Greta, y una botella de champagne con dos copas.
Nos sentamos encima de la manta y Chris descorcha la botella y llena las dos copas. Me tiende una y me mira:
-          Propongo un brindis. Por nuestra nueva vida juntos. – dice sosteniendo su copa delante de mí.
-          Por nuestra nueva vida juntos – repito.

Brindamos, y mientras bebo, pienso en la perspectiva de pasar el resto de mi vida en el apartamento con Chris. Tengo la certeza de que voy a ser muy feliz aquí. Y eso suena deliciosamente bien.