sábado, 10 de diciembre de 2011

Capítulo 20: A todo el mundo le duele


Pasaron unos cuantos días sin que llegara a pasar nada entre Christopher y yo. Nos hablábamos, y él intentaba actuar con normalidad conmigo, pero ya casi nada era lo mismo.

Llevaba todos esos días intentando estar con él a solas, pero él siempre encontraba un pretexto para que no estuviéramos solos. No habíamos estado solos en ningún momento. Y quería hablar con él, pero era imposible. Por más que yo intentara arreglar las cosas con él, más me evitaba.

Pero yo no me refería únicamente al tema del sexo, sino a intentar arreglar nuestra relación. Quería a Christopher, y había estado demasiado tiempo sin él como para ahora dejarlo. No quería dejarlo. Lo quería. Puede que demasiado. Y sabía que él me quería a mí, por eso no podía entender por qué me rechazaba. ¿Acaso le importaba más su propia conciencia que yo?

En esos días que no pude hablar con Chris, me entretuve con otros asuntos. El bebé de Nat crecía lentamente mientras que su madre debía guardar reposo en sus horas libres. Nadie en el internado se había enterado de su embarazo aparte de nosotros, y Nat no pensaba decirlo a no ser que fuera estrictamente necesario.

Pero Nat estaba radiante. Casa día estaba más feliz, pese a los vómitos de por la mañana y las náuseas en las comidas. Jerry se había convertido en su sombra, y siempre estaba con ella para lo que necesitara. Y cada día que pasaba estaban más enamorados que nunca. Me alegraba mucho por ellos. Se lo merecían.

Penny, Charlie y yo queríamos organizarle un babyshower, y de eso hablábamos cuando Nat recibió su primer regalo:

- ¿Para cuándo el babyshower? – preguntó Nat.

- Nat, ¿no crees que eres un poco impaciente?

- No tengo nada de bebés. Ni siquiera un par de patucos. Ni un babero. No soy impaciente, soy realista.

- Ya te regalaremos algo, no te preocupes. – le dijo Penny.

- No si antes le regalo yo algo – dijo Jerry apareciendo en la habitación sin llamar.

- En otras circunstancias te reñiría por entrar sin llamar, pero en esta no. ¿Qué me vas a regalar? – le preguntó Nat, que estaba más ilusionada que una niña el día de Navidad.

- No es para ti querida, es para el bebé.

- Dámelo Jerry – le dijo Nat arrebatándole el paquete, que abrió corriendo.

De la caja antes perfectamente envuelta salieron un pijama de bebé, unos patucos, un gorrito y un babero, todos ellos en color verde.

- Jerry, es todo precioso, pero es tan…

- Verde – completamos Charlie, Penny y yo.

- Lo sé, lo sé, pero como todavía no sabemos si es niño o niña, pues lo cogí todo en este color, porque sirve para ambos sexos.

- Eres incorregible – le dijo ella dándole un beso.

Chris entró en la habitación y se sentó a mi lado, agarrándome por la cintura y posando un beso en mi pelo.

- ¿Habéis leído el último boletín de Fionna Catchpole? – preguntó Jerry.

Fionna Catchpole. Hacía tiempo que no oía hablar de ella. Jerry me pasó el folio ya manoseado, que empecé a leer mientras Chris hacía lo mismo por encima de mi hombro.

“Hola a mis queridos compañeros de St. Peter:

Como siempre, vuestra fiel Fionna Catchpole os cuenta los últimos cotilleos del internado.

Parece que hay crisis entre la realeza. Según mis fuentes, nuestro rey Christopher y nuestra nueva Queen Bee Lena Williams ya no están tan acaramelados como al principio. ¿Por qué será? Sólo podemos hacer caso a los rumores, y el que suena con más fuerza es el de Christian Valley. Al parecer, el ex alumno de St. Jude ha empezado una relación con la comentarista de fútbol americano del internado, la famosa y omnipresente Jill Blackstone, hecho que no les ha hecho mucha gracia a nuestros reyes. ¿Será esa la causa de su crisis amorosa o tendremos que volver a hacer conjeturas?

Se despide de vosotros vuestra cotilla favorita,

Fionna Catchpole”

- Siento que hayas tenido que enterarte de esa manera. – dijo Valley apareciendo de repente con una chica morena muy guapa.

- ¡Christian! – le respondí levantándome de mi cama. – Eres un amigo pésimo.

- Lo sé, y por eso quería presentarte a mi novia personalmente. Lena, te presento a…

- Jill Blackstone. – me dijo ella muy sonriente. – He oído muchas cosas sobre ti, sobre todo malas, pero créeme, eres encantadora.

- Un placer conocerte Jill. Me encantan tus comentarios en los partidos.

Jill me sonrió. Era realmente guapa. Alta, de piel morena, pelo negro larguísimo y muy liso, ojos oscuros y una sonrisa preciosa. Sus pómulos altos y la forma de la barbilla me indicaban que debía de ser cheroqui.

- Hola Jill, me alegro de verte de nuevo – le dijo Chris algo frío. ¿Sería por Valley? – si me disculpáis, tengo que irme, tengo algunos asuntos que resolver. Valley, chicas, os veré luego.

Y Chris se fue de la habitación. ¿Qué mosca le había picado? ¿Y por qué se había ido tan de repente? Vale, Chris seguía odiando a Valley, pero yo ahora salía con él, y había dejado a Valley por él. No podía enfadarse por el hecho de que siguiéramos siendo amigos.

Me disculpé con el resto del grupo y me marché de la habitación. Por suerte, pillé a Chris en la mitad del pasillo.

- ¿Qué te ha pasado ahí dentro?

- Nada, estoy perfectamente. – contestó él sin darle mucha importancia al asunto.

- Chris, puedes contármelo.

- No hay nada de lo que hablar Williams. – contestó él de manera muy fría.

Me quedé helada en ese momento.

- ¿Qué coño te pasa? ¿Acaso tengo yo la culpa?

- No es por eso. – contestó él, refiriéndose a la discusión que habíamos tenido acerca de mi virginidad.

- ¿Entonces por qué es?

- No quiero hablar contigo de eso.

Y se marchó, dejándome sola en el medio del pasillo. Me daban ganas de llorar, pero era demasiado orgullosa como para hacerlo. ¿Por qué estaba enfadado? ¿Y por qué me había tratado así?

Tenía que hablar con él urgentemente. Las cosas no podían quedar así entre nosotros en ese momento. Tenían que arreglarse, porque si no, desembocarían en una ruptura.

Encaminé mis pasos hacia la residencia de los chicos, convencida de que encontraría a Chris allí. Llegué frente a la puerta, y tras dudar un momento, la abrí.

Entré en la habitación convencida de que encontraría a Chris, y sin embargo, a quién me encontré fue a Johnny con su guitarra acústica, tocando unos acordes. Tras unos segundos, reconocí la canción. Era “Everybody hurts”, del grupo R.E.M. Y la canción que mejor pegaba con mi estado actual de ánimo.

Me senté a su lado, escuchando cómo cantaba la canción con esa voz suya tan suave, tan diferente de la varonil que tenía cuando hablaba.

“A veces todo el mundo llora y a veces a todo el mundo le duele”, cantaba Johnny todavía sin prestarme atención. Bonita frase que resumía perfectamente el momento que acababa de vivir.

Palpé mi bolsillo en busca de un cigarrillo, pero ya se me habían acabado. Había fumado demasiados en los últimos días.

- ¿No crees que ya has fumado bastante? – me preguntó Johnny, que ya había terminado de cantar.

- No lo suficiente.

- ¿Qué es lo que te preocupa, Lena?

Mis ganas de llorar no se hicieron esperar, y me eché a llorar desconsoladamente:

- Lena, no llores por favor. – me suplicó Johnny poniéndose de rodillas delante de mí.

- Yo sólo quería hablar con Chris…

- Chris está hablando con el entrenador Krauss, volverá pronto.

- Entonces me voy.

- Venga Lena, no te vayas.

- Está bien, me quedaré. ¿Tienes cigarrillos?

- Sabes perfectamente que no fumo. Y tampoco se los voy a robar a Jerry para solucionar tus problemas.

Permanecimos en silencio unos segundos, antes de que él volviera a hablar.

- ¿Qué es lo que pasa entre Chris y tú?

- Tenemos problemas, eso es todo. Se solucionarán pronto.

- Estás demasiado deprimida como para que me crea eso. Lena, puedes contármelo.

- Es largo de explicar.

- Tenemos un rato antes de que aparezca alguien. – me aseguró Johnny, y eso fue lo que me decidió a contárselo.

- Chris no quiere acostarse conmigo porque soy virgen. – le confesé muerta de la vergüenza.

- ¿En serio?

- En serio.

- Joder, no creía que Chris fuera así. Ha pasado mucho tiempo desde aquello.

- ¿Desde aquello?

- No sé si contártelo. Aunque, de todas maneras, ya lo sabe todo el internado.

- ¿Qué es lo que saben Johnny?

- Hace unos tres años, Chris salió con una chica, y le gustaba bastante. Ella fue la primera vez de él, y al poco tiempo lo dejó. Por eso Chris no se acuesta nunca con chicas vírgenes, no quiere que le pase lo de la otra vez.

- ¿Quién era esa chica?

- Jill Blackstone. No es que sea mala persona, es sólo que es una rompecorazones.

- Entonces Chris no se enfadó porque yo fuera amiga de Valley, sino porque se enteró de que Jill estaba saliendo con Valley.

- Por eso mismo. No quiere hacerte a ti lo mismo que ella hizo con él.

- Pero yo no voy a dejarle.

- Lo sé Lena, pero él tiene ese miedo.

- Yo no sé qué puedo hacer. He intentado hablar con él, pero ha estado evitándome. Y solo me queda una solución.

- ¿Y cuál es?

- Dejar que otro me desvirgue.

Johnny se quedó en estado de shock durante un minuto, y cuando volvió a la realidad estaba muy cabreado.

- No puedes hacerle eso a Chris. Lo matarías, literalmente.

- ¿Entonces qué hago? ¿Lo dejo? ¡No quiero dejarle! ¡Lo quiero! Y es lo único que puedo hacer para recuperarlo.

- Hay otras alternativas.

- No tengo ninguna John. Es eso o dejarle, y eso es algo que no quiero hacer. No quiero ser virgen

- Ya sabes lo que tienes que hacer.

- Es mi única opción.

- ¿Y quién va a ser el elegido? – preguntó Johnny con curiosidad.

Lo miré fijamente, dándole a entender la respuesta. Johnny, al comprenderlo, abrió mucho los ojos.

- No, ni hablar. Ni de coña. Que no se te vuelva a pasar por la cabeza.

- Por favor Johnny, no me queda otra alternativa. – le supliqué.

- Por dios Lena, que soy tu casi hermanastro...

- Todavía no lo eres...

- ¡Chris es mi mejor amigo! ¡No puedo hacerle eso! ¡Le mataría!

- Él no se enteraría de que fuiste tú.

- ¿Y qué me dices de Charlie? La amo, y ella no se lo merece.

Mierda. Ya no me acordaba de Charlie.

- Charlie no tiene por qué enterarse.

- Tienes un millón de tíos que se acostarían contigo sin dudarlo.

- Pero no tengo con ellos la suficiente confianza como para hacerlo.

- ¿Y qué me dices de Valley? Es tu ex, al fin y al cabo.

- Valley acaba de empezar con Jill Blackstone. Es tan bocazas y se sentiría tan culpable que se lo acabaría contando. Y no necesito crearme más enemigos. Compréndelo Johnny, eres mi última alternativa.

- No sé si podré hacerlo.

- Por favor Johnny, por favor – le dije mientras comenzaba a llorar otra vez.

Johnny titubeó, pero al final me besó. Nos empezamos a besar bajo mis lágrimas, que caían sin parar y mojaban nuestros labios.

Y entonces pasó lo peor que podría haber pasado. La puerta se abrió, dejando entrar a Kevin, que vio la escena perfectamente y se quedó casi sin respiración.

- Kevin... – susurré antes de que él empezara a hablar.

- Ni me hables Lena. – dijo él muy enfadado.

- Por dios Kev, no es lo que parece. – le aseguró Johnny en vano.

- ¿Cómo que no es lo que parece? ¡Te estabas besando con Lena! – le echó Kevin en cara a Johnny.

- ¡No por gusto Rumsfeld! – le gritó a su vez Johnny.

- Por favor Kev, no se lo digas a nadie. – le supliqué.

Kevin se fue de la habitación sin responder. Mierda, mierda, mierda. La que se había liado.

Kev POV

Salí de la habitación corriendo. Joder. Lena y Johnny. Era impensable. Por dios, si en dos meses iban a convertirse en hermanastros… ¿Qué iba a hacer? ¿Decírselo a Charlie y a Chris? ¿O callarme y hacer como que no había pasado nada?

Casi sin darme cuenta, mis pasos me llevaron hacia el único lugar en el que me apetecía estar en ese momento. Abrí la puerta sin llamar, y, haciendo caso a las protestas de Nat, abracé a una sorprendida Penny con fuerza.

Penny me cogió la cara suavemente, mirándome preocupada.

- ¿Qué ha pasado Kevin?

- Algo que no debería haber visto.

Las caras de preocupación de Penny, Nat y Jerry eran evidentes.

- ¿Qué has visto Kev? – preguntó Nat mientras se levantaba y se acercaba hacia mí, preocupándose a su vez.

- Lena y Johnny se estaban besando en nuestra habitación. – confesé con un fuerte suspiro.

- ¿Qué? – gritó Charlie, que entraba en ese fatídico instante en la habitación.

Mierda. Definitivamente mierda.

Ni a Charlie le dio tiempo a gritar cuando aparecieron Johnny y Lena por la puerta, ni a Penny reaccionar, porque Nat se desmayó y cayó al suelo. Me agaché junto a ella para tomarle el pulso, y vi que el suelo empezaba a llenarse de la sangre que manaba de la entrepierna de Nat.

Penny y Lena empezaron a gritar, junto con Jerry, y como la situación de pánico era general, cogí a Nat en brazos y salimos todos corriendo en dirección a la enfermería. El embarazo de alto riesgo de Nat nos preocupaba a todos demasiado como para empezar a discutir.

Las horas siguientes fueron eternas. Estábamos todos sentados en las sillas que estaban frente a la puerta de la enfermería. Jerry estaba con Nat, a la que asistía una enfermera. Jerry no había salido en ningún momento para despreocuparnos. Y eso era algo muy preocupante.

Estábamos callados, sin saber qué decir o hacer. Yo estaba sentado con Charlie y Chris, mientras que Penny lloraba silenciosamente en el regazo de Lena, que también lloraba, y Johnny les tendía pañuelos de vez en cuando.

El silencio se rompió cuando Charlie comenzó a hablar después de un largo silencio.

- Cuando salgamos de aquí, no quiero volver a saber nada de vosotros dos. – dijo ella con rabia señalando a Johnny y a Lena.

- Charlie... – empezó Johnny.

- No John, no hay nada más que hablar.

La cosa era seria. Charlie estaba muy enfadada con Johnny. Le había llamado John.

- La culpa fue mía – murmuró Lena, intentando disculparse, en vano.

- Me da igual de quien fuera la culpa. Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión. – afirmó ella rotundamente.

- Char...

- ¡No me llames Char! – dijo Charlie elevando el tono de voz. – Lo nuestro terminó en el mismo momento en el que decidiste liarte con ella.

Charlie estaba a punto de llorar. La conocía demasiado como0 para saber que de un momento a otro se iba a derrumbar.

- Por dios, si sois hermanastros. – añadió ella con un hilo de voz.

- Te quiero. – susurró Johnny cabizbajo.

- Nada me va a hacer cambiar de opinión, ¿me oyes Morrison? – añadió ella con la voz temblorosa. – Nada.

Y tras toda esa tensión acumulada, se echó a llorar, tapándose la cara para que no la viéramos sufrir.

- ¿Podéis parar de discutir por favor? Lo de Nat es mucho más importante – dijo Chris, bastante frío.

Chris era así. Por muy enfadado que estuviera, no iba a mostrarse nunca así. Iba a ser frío, muy frío. Y no iba a comentar su enfado con nadie. Lo cual era peor, porque toda la tensión y los nervios se le acumulaban, y al final acababa explotando.

Jerry salió de la enfermería, llorando como nunca lo había visto llorar. Se abrazó a las piernas de Chris, sin soltarse ni nada. Chris le abrazó con fuerza. No hacía falta que Jerry dijera nada. Adam o Amy ya no existía.

Por muy enfadados que estuviéramos los unos con los otros, por mucho dolor que nos hubiéramos causado los unos, todos nos levantamos y corrimos a abrazar a Jerry, llorando. Porque, al fin y al cabo, a todo el mundo le duele.

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