martes, 6 de diciembre de 2011

Capítulo 19: La Super Bowl

Las chicas y yo estábamos en nuestra habitación, cada una con una tarea diferente. Charlie hacía sus deberes atrasados de matemáticas, Penny leía la “Odisea” de Homero por decimocuarta o decimoquinta vez mientras se le secaba la manicura, Nat buscaba nombres para su futuro bebé en un libro que había sacado de la biblioteca y yo, intentaba ordenar de nuevo (sin éxito) mi armario para que hubiera más espacio.

De repente, los chicos entraron en nuestra habitación sin ni siquiera llamar a la puerta.

- ¿Se ha puesto de moda lo de no llamar a la puerta? – bufó Nat mientras que Jerry se acomodaba a su lado en la cama.

- Te recuerdo, querida Natalie, que nunca llamamos a la puerta – le dijo Johnny.

- Lo sé hermanito – le dije, recordando cuando él nos había interrumpido a Chris y a mí en la fiesta de Nochevieja.

- Lena, no te enfades. Te encanta que vengamos a molestaros. – me dijo mi novio sentándose a mi lado en el suelo.

- Cierto – le dije mientras le daba un beso.

Chris me empezó a besar y yo me agarré de su cuello.

- Tengo algo que anunciar – dijo Jerry carraspeando y poniéndose de pie.

- ¿Ya has decidido quienes van a ser los padrinos del pequeño irlandés? – preguntó Chris.

Los chicos se habían pasado las siguientes semanas posteriores al anuncio del embarazo compitiendo por quien iba a ser el padrino del pequeño MacKenzie.

- Mejor aún – dijo Jerry.

- ¿Y qué es? – le preguntó Nat con curiosidad.

- La lista de nombres posibles para nuestro bebé.

Todas suspiramos de puro cansancio. Jerry había estado como loco buscando nombres durante la última semana y consultándonos sobre cuáles nos parecían los mejores. Pero, tras muchas insistencias por nuestra parte, por fin se había decidido a hacer una lista.

- Jerry, aún faltan muchos meses para que nazca el bebé. – le recordó Nat tocándose la barriga con dulzura.

- Lo sé Nat, pero quiero estar preparado para cuando nazca. ¿Prefieres esperar hasta el final y que la niña esté sin nombre? – le preguntó él muy preocupado.

- Va a ser un niño, estoy segura.

- A mí me da igual, hice una lista con nombres de niño y niña. ¿Queréis oírla?

- ¡No! – gritamos las cuatro a la vez.

- Pero nosotros sí. – dijeron los chicos. Pelotas.

- Pues la leo. – añadió él haciendo caso omiso a nuestras súplicas – Si es niña, había pensado en Mary…

- No me gusta, es muy corriente. – dijo Chris.

Penny y yo comenzamos a reírnos.

- Mary Rose… – siguió él.

- No me gustan los nombres compuestos. – le dijo Kev.

- Mary Anne…

- Nada de nombres compuestos – le recordó Johnny.

- En serio, ¿quién es la madre? – preguntó Nat exasperada.

- Mary Natalie…

- ¡No pienso llamar a mi bebé con mi nombre! – le gritó la madre del bebé.

- ¿Y qué me dices de Rosemary? – preguntó él en su último intento para que el bebé se llamara Mary.

Nat le miró muy mal en ese momento.

- Jerry, nuestro bebé no se llamará Mary. – le dijo ella muy seriamente.

- ¿Y Geraldine? – preguntó él, esperanzado.

- ¡Geraldine es horrible! – gritamos Charlie y yo a la vez.

- ¡Ya lo tengo! ¡Irlanda!

- No pienso llamar a mi bebé con el nombre de un país. – añadió la madre del futuro bebé.

- ¿Y Jersey?

- ¿Jersey? – preguntamos todos en voz alta, bastante extrañados.

- Como Nueva Jersey – anunció Jerry muy orgulloso.

Todos miramos mal a Jerry en esos momentos. ¿Desde cuándo un bebé podía llamarse como una ciudad?

- Vale, Jersey queda descartado.

- ¿Alguna sugerencia más, Gerald?

- Pues no tengo más nombres de chica. El resto es de chico. – admitió él.

- Pues dilos. – le dijo Chris.

- Pues pensé en Gerald III.

- Jerry, el bebé no se va a llamar Gerald III. Ya hay muchos Gerald en tu familia.

- Pues los siguientes de la lista son Patrick, Brannagh, Aidan, Kieran, Fimbar, Liam, Seamus, Declan, Emmet…

Obviamente, todos los nombres eran irlandeses.

- Jerry, nada de nombres irlandeses. – le recordó Nat.

- ¿Y cuáles pensaste tú, señoritinga? – le preguntó Jerry, que ya se había picado.

- Pues pensé en Jeremiah, Jeshua, Aaron… - empezó a enumerar ella muy contenta.

Y ahora la lista de nombres hebreos de Nat.

- ¿David, Abraham, Isaac, Jacob…? – preguntó Jerry con sorna.

- ¿Cómo lo sabías? – le preguntó Nat.

- Porque todos son nombres hebreos. Y no me gustan los nombres hebreos.

- ¿Por qué no? – le preguntó Nat con un mohín.

- Porque a ti no te gustan los nombres irlandeses, así que si yo no puedo ponerle un nombre irlandés, tú tampoco puedes ponerle un nombre hebreo.

Nat iba a protestar, pero Chris la interrumpió:

- Tengo una noticia mejor. – dijo él.

- ¿Mejor que los nombres del bebé? – preguntó Charlie.

- Muchísimo mejor. – le respondió Chris.

- Por favor, que no sea la noticia de que han puesto alitas de pollo en la cafetería. – rogué en voz alta.

- Por desgracia, no. – contestó Chris con tristeza.

Menos mal. Odiaba las alitas de pollo.

- ¿Y cuál es? – preguntó Johnny.

- Tengo entradas para la Super Bowl. – respondió Chris muy satisfecho de sí mismo.

Antes de lo que se tarda en decir “Mississippi”, todos nos abalanzamos en dirección a Chris.

- ¿TIENES ENTRADAS PARA LA SUPER BOWL? – gritamos todos.

- Tengo ocho entradas para ver a los New York Giants contra los Washington Redskins en el Invesco Field At Mile High. – dijo él con una sonrisa enorme.

Las chicas y yo comenzamos a gritar de la emoción. La Super Bowl era la Super Bowl. Y ver el partido en directo iba a ser genial.

- Chris, te has pasado. Te deben de haber salido carísimas. – le dije.

- La última vez que consulté la web de venta de entradas, los precios rondaban sobre los 1500 dólares. – añadió Kevin.

Un momento. Eso era mucho dinero.

- Chris, ¿te has gastado doce mil dólares en las entradas? – le dije muy cuidadosamente.

- No pasa nada Lena, la Super Bowl es una vez al año. Además, tengo dinero, y no me importa gastarlo en mis amigos.

Por dios, Chris era billonario, doce de los grandes eran calderilla para él.

- ¿Tenemos permiso para ir? – preguntó Charlie.

- He hablado con el director Rumsfeld, que ha hablado a su vez con nuestros padres, y dice que no hay ningún problema.

- Entonces perfecto. ¿Y el alojamiento…?

- He reservado en el Hilton. Quiero recordaros que el lunes no hay clase, así que tenemos todo un lunes libre para disfrutar de Denver.

- Entonces perfecto. Pasaremos un domingo perfecto. – le dije a Chris, y me acerqué a su oído para susurrarle – Porque quiero resolver un par de cositas contigo.

Chris sonrió, adivinando mis intenciones. Sería un domingo perfecto.

***

Efectivamente, la semana pasó, y llegó el primer domingo de febrero, más conocido en Estados Unidos como el “Super Sunday”. Llegamos al estadio dos horas antes del partido, y a esas alturas ya estaba casi lleno. La banda comenzó a tocar, y las animadoras hacían sus increíbles piruetas, piruetas que echaba de menos hacer.

Y Nat y yo teníamos nuestra apuesta sobre quién cantaría el himno nacional este año.

- Lena, estoy casi segura de que este año será Christina Aguilera.

- Nat, Christina ya la cagó un año. No creo que vuelva a cantar.

- Entonces, ¿quién crees que será?

- Por supuesto que será Janet Jackson. – afirmé muy convencida.

- No estés tan convencida cariño – me dijo Chris.

- ¿Y eso por qué?

- Porque quién va a cantar el himno este año es Whitney Houston. Me lo ha dicho mi padre.

- Mierda, he perdido cien dólares. – dijo Nat.

- No te preocupes, ninguna ha ganado este año.

- Como tampoco ganarán los Giants.

- No estés tan seguro Chris.

- Te recuerdo, mi querida Williams, que los Redskins son los favoritos de todas las encuestas.

- ¿Apostamos algo? – le dije, ya picada.

- De acuerdo. Pero prefiero decírtelo en privado querida, hay una embarazada delante. Además, no tomaré tus opiniones en serio hasta que no te quites esa camiseta.

Miré mi camiseta azul de los New York Giants. No pensaba quitármela por nada del mundo.

- Cambiemos la apuesta. Si gano yo, – le dije – tendrás que llevar esta camiseta durante dos días.

- Y si gano yo – dijo él – tú tendrás que llevar la mía por el mismo tiempo.

- Trato hecho – le dije mientras estrechábamos las manos.

Y entró en escena la archifamosísima Whitney Houston, que, a pesar de haber estado en las drogas, seguía cantando de una manera impresionante.

Y empezó el juego. Desde siempre me había gustado ver jugar a los Giants, e iba a los partidos siempre que tenía ocasión. Pero este partido era espectacular, pese a que los Giants iban perdiendo.

Tras treinta minutos, llegó el espectáculo de medio tiempo, también conocido como “halftime show”. Como siempre, fue algo espectacular. Este año, los encargados de animar la espera eran uno de mis grupos favoritos, Maroon Five, que hicieron que todo el estadio se pusiera de pie con la canción “Moves like Jagger”, que cantaban junto con la genial Christina Aguilera.

En la segunda mitad, Eli Manning, el quarterback de los Giants, estaba jugando de maravilla, pero en este partido, los Redskins se estaban superando, sobre todo con el liderazgo del quarterback Rex Grossman.

Y el partido finalizó, con la consiguiente victoria de los Redskins, para mi mayor pesar.

Horas después del partido, estábamos en el Hilton, saliendo del restaurante para dirigirnos a nuestras habitaciones. Chris había reservado cuatro suites, que compartirían cada pareja.

Mientras Chris iba a buscar a Johnny, yo aproveché para ducharme. Tenía pensado que esa noche fuera algo especial, así que me eché una crema que olía a frambuesa. Rechacé ponerme el camisón que me había regalado Nat, ya que me parecía excesivo, y opté por mi pijama cortito.

Oí el ruido de la puerta de la habitación al abrirse, y aproveché para salir del baño en ese momento.

- Buenas noches preciosa – me dijo él mientras me cogía en brazos y me dejaba en la gran cama. – Veo que no has perdido el tiempo.

- ¿Te gusta? – le dije mientras me estiraba para que me viera bien el pijama.

- Demasiado – me dijo él.

- Tú me gustas demasiado. Pero me gustarías aún más si te quitaras esa camiseta tan horrible. – le dije mientras le quitaba su camiseta de los Redskins.

- ¿Te gusto más así? – me dijo mientras le tocaba sus abdominales.

- Mucho más.

Nos empezamos a besar, mientras yo me colocaba encima de él. Loa besos iban aumentando de intensidad, pero él, extrañamente, paró.

- ¿Pasa algo Chris?

- No puedo.

- ¿Qué es lo que no puedes?

- No puedo hacerlo contigo.

- ¿Qué?

- No es por ti, si es lo que estás pensando… Bueno, tú tienes algo de culpa.

- ¿De qué tengo culpa?

Él se quedó callado, y yo seguía sin saber qué era lo que estaba pasando.

- No tienes toda la culpa. También es culpa mía.

- ¿Podrías explicarme qué es lo que pasa?

- Eres virgen.

Enrojecí levemente.

- ¿Importa acaso?

- Claro que importa. Verás Lena…

- ¿Desde cuándo te importa el hecho de que sea virgen? Te recuerdo que hemos estado a punto de hacerlo unas cuantas veces.

- Lo sé.

- El ascensor, el cumpleaños de Johnny, la excursión a Aspen, la fiesta de fin de año…

- Lo sé, lo sé, no me olvido de todas esas ocasiones.

- ¿Y cuál es el problema ahora?

- Que en esas ocasiones yo no sabía que tú eras virgen. Pero ahora lo sé, y eso lo cambia todo.

- ¿Podrías explicarme por qué eres incapaz de hacerme el amor en estos momentos?

- Tengo ganas de hacértelo.

- ¡Pues hazlo! Ambos lo estamos deseando.

- No puedo.

- ¿Pero por qué? Y no me vale la excusa de que soy virgen, esa ya la has utilizado antes.

- Vas a reírte.

- Por favor Chris, esta situación ya es lo suficientemente ridícula como para empeorarla aún más.

- Vale, te lo contaré. Nunca le he quitado la virginidad a nadie.

- ¿Ese es el gran problema?

- Claro que sí. ¿Y si te hago daño?

- Chris, vas a hacerme daño de todas maneras. Además, siempre hay una primera vez para todo.

- Pero esto va a ser demasiado importante para ti. Y no quiero estropearlo.

- Lo estás estropeando ahora mismo. – le dije ya enfadada.

- Venga Lena, no puedes enfadarte por eso.

- Me enfado Chris, porque ahora mismo me estás rechazando.

- No te estoy rechazando.

- ¡Me rechazas! ¿Crees que no me molesta? ¡Pues me molesta!

- No puedes molestarte con eso.

- ¡Me molesto porque eres un maldito egoísta!

- ¡No soy un egoísta, eres tú la que no razonas!

- El que no quieres razonar eres tú. Sólo te pido una cosa, y es que me hagas el amor.

- Cosa que no voy a hacer.

- Entonces todo ha quedado claro.

Me giré sobre mí misma y me tapé con las sábanas hasta casi la barbilla, dándole la espalda completamente. Estaba claro que algo se había roto entre nosotros, pero no sabía qué consecuencias traería.

***

A la mañana siguiente, aún seguía enfadada con Chris. Para empeorarlo, él se había levantado cuando yo me desperté. Cabreada, me puse unas zapatillas y salí del dormitorio. Y en la mesa del comedor estaba él, desayunando mientras leía el periódico de esa mañana.

- Buenos días Lena. – me dijo sin apartar la vista del papel – Te he pedido algo para desayunar.

- Gracias – le dije mientras me sentaba lo más alejada posible de él en la mesa.

Desayunamos en silencio, cada uno sumiso en sus propios pensamientos. Odiaba discutir con Chris, y odiaba estar enfadada con él. Pero esta vez se lo tenía merecido.

Me vestí en silencio y recogí mis cosas cuidadosamente, procurando no olvidarme nada. Me esperaba un día de compras por Denver, y había que aprovecharlo al máximo.

Pero el día de compras quedó pendiente. Mientras estábamos en MAC eligiendo un pintalabios entre algunas variedades de rojo, Nat se desmayó, por lo cual tuvimos que irnos de allí.

Jerry P.O.V

- ¡Ay! ¡Esto está frío!

- Señorita Weston, ya se lo advertí antes.

- Nat, no seas quejica.

Nat me sacó la lengua, mientras que yo me echaba a reír. Nunca me había imaginado en una situación así, con mi novia en el ginecólogo esperando para ver a nuestro futuro hijo por una ecografía.

- Doctor Jones, no veo nada.

- Señorita Weston, todavía no hemos llegado a dónde está su bebé. Además, usted sólo tiene cinco semanas de embarazo.

- ¿Entonces no puede saber si es niño o niña?

- No señorita, sólo podría hacer conjeturas. Pero, viendo este feto, creo saber lo que es.

- ¿Y qué es? – pregunté con curiosidad.

- Podría ser una niña, pero habría que confirmarlo.

Sonreí. Había ganado la apuesta con Nat.

- Siento que sea una niña – le dije.

- Podría. Todavía tengo la esperanza de que sea un niño.

- Podríamos buscarle un nombre.

- Tus nombres no me gustan, y a ti no te gustan los míos.

- ¿Y qué te parece un nombre que nos guste a los dos?

- Me gusta Amy. – admitió ella tras pensarlo un rato.

- ¿Como Amy Winehouse?

- Como Amy Winehouse.

- Entonces Amy. ¿Pero qué pasa si es niño?

- Adam. Sé que es un nombre hebreo, pero pensé que te gustaría. Además, es el nombre del primer hombre del mundo, y este es nuestro primer hijo.

- Me gusta Adam – le dije apretándole la mano con cariño.

El doctor rompió nuestro pequeño momento de felicidad con una noticia inesperada.

- A partir de ahora, la señorita Weston tendrá que estar en un reposo absoluto.

- ¿Le pasa algo al bebé?

- Por ahora nada señor MacKenzie, pero la señorita Weston tiene un embarazo de alto riesgo.

- ¿Un embarazo de alto riesgo?

- Efectivamente. A partir de ahora tendrá que ser muy cuidadosa, señorita Weston, porque su embarazo podría interrumpirse con mucha facilidad.

- ¿A qué se refiere con mucha facilidad?

- Sería preferible que la señorita evitara situaciones de estrés. Y que cuide su alimentación. Está bastante delgada.

- No se preocupe doctor Jones, cuidaré de ella.

- Eso espero. Ahora pueden irse. Y recuerde señorita Weston, tome vitaminas.

Ambos salimos de la consulta del ginecólogo, y en la puerta nos esperaban todos.

- ¿Qué ha pasado? – preguntó Lena con preocupación.

- Falsa alarma. Nat tiene un embarazo de alto riesgo, pero estará bien.

- Y ya tenemos el nombre del bebé.

- ¿Sí?

- Dad la bienvenida a Amy/Adam Weston MacKenzie.

Me sentí muy orgulloso de cómo Nat pronunció el nombre de nuestro bebé. Amy Weston MacKenzie o Adam Weston MacKenzie. Sonaba bien.

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