domingo, 23 de octubre de 2011

Capítulo 14: Romeo Schoomaker y Julieta Williams

Johnny P.O.V

- Te lo advierto Johnny, si no hablas tú con él lo haré yo.

- Charlie, no quiere hablar con nadie.

- ¡Me da igual si no quiere hablar con nadie! Soy su mejor amiga, y tú eres su mejor amigo, deberías preocuparte por él.

- Charlie…

- Es mi última palabra John.

Realmente, Charlie estaba cabreada conmigo. Muy cabreada. Lo sabía porque nunca me llamaba John. Y durante los últimos días, estábamos discutiendo por lo mismo. Una y otra vez. Y odiaba discutir con ella.

- Lo intentaré, pero no puedo prometer si me escuchará o no. – le dije.

Al momento se le iluminó la sonrisa. Se acercó mucho a mí y puso las manos en mi cara.

- Sabes perfectamente que estoy loca por ti, ¿lo sabes Johnny?

- Lo sé cariño.

- Y también sabes que odio discutir contigo. Pero esta situación ha llegado a su límite.

- Lo sacaré de la habitación.

Ella sonrió y me besó. Y luego, se despidió con una sonrisa. Y ahí me quedé, en el medio del pasillo de la residencia, solo y con una misión que cumplir. Sabía que el momento era ahora o nunca. Abrí con cuidado la puerta de la habitación, que encontré con las persianas todavía bajadas. Fui hacia las ventanas y abrí las persianas una por una. Era imposible abrir las ventanas, ya que estábamos a -12ºC, y era casi diciembre.

- Tío, ¿qué haces? ¿No ves que estoy durmiendo?

- Levántate Christopher, ya has dormido bastante.

- Estoy deprimido. Pienso seguir durmiendo – dijo él tapándose aún más con la colcha.

- Como quieras, pero si haces eso, le diré a las chicas que te vuelvan a hacer la cera en las piernas, como cuando jugamos a verdad o prueba hace un año.

En ese momento, como si fuera un resorte, Chris se levantó corriendo.

- Desde luego, ahora ni se deja dormir a la gente deprimida… – dijo él dirigiéndose hacia el baño y cerrando la puerta.

Verdaderamente, Chris tenía razones para estar deprimido. Lena había empezado a salir con Christian Valley, el entrenador le había hecho admitir a Valley en el equipo, Chris estaba empezando a jugar mal…

Y por si fuera poco, ahora nos evitaba. A nosotros, a sus amigos. Y una noche le oí llorar. Pero en cuanto me acerqué a ver que le pasaba, me evitó. Y no sabíamos qué hacer para poder ayudarle.

Charlie me había contado que Lena estaba con Valley por puro orgullo, porque Chris no daba muestras de sentir algo por ella. Él no hablaba de lo que le pasaba con ella, pero estaba claro que se había enamorado, aunque todavía no lo supiera. O puede que se dio cuenta de que lo estaba el día en que la vio besándose con Valley. No estaba del todo seguro.

Y Lena… Ella también estaba enamorada de Chris. Se le notaba en la mirada. O cuando estábamos todos juntos y la pillaba mirándole de reojo. O cuando se quedaba pensativa, y luego tardaba en contestar a lo que le preguntases. Lo que pasa es que ella tampoco estaba segura de lo que sentía Chris. Por mucho que yo le dijera que él estaba loco por ella, decía que necesitaba una demostración por parte de él. Que demostrara que sólo le importaba ella. Pero si ni siquiera Chris sabía lo que le pasaba interiormente, era imposible una declaración.

Por ello, y también por todas las discusiones que había tenido con Charlie, decidí animarle a que reconquistara a Lena.

- Creo que tengo la solución a todos tus problemas. – le dije cuando salió de la ducha.

- ¿Y es…?

- Tienes que reconquistar a Lena.

- Lena tiene novio. – suspiró él.

- ¿Acaso te ha importado eso con las otras chicas?

Le había pillado, estaba seguro.

- Lena quiere a Valley, por eso es mejor que les deje en paz.

- Créeme, Lena no quiere a Valley. – le aseguré, intentando sonar convincente.

- ¿Por qué estás tan seguro de eso? – preguntó él interesado.

- Porque está enamorada de ti.

Él se quedó en silencio, meditando unos segundos mis palabras.

- ¿Y por qué está con él si en teoría está enamorada de mí? – preguntó al fin.

- Porque tú tienes una fama de estar con todas las chicas y luego dejarlas tiradas, y ella está con él imaginándose que él eres tú.

- Creo que soy más guapo que el idiota ese – dijo él con una sonrisa.

Sonreí. Chris volvía a estar como siempre.

- Me pregunto por dónde podría empezar – dijo éste.

- Creo que tengo la solución perfecta – dije sonriendo.

Lena P.O.V

La semana después del partido era el estreno de “Romeo y Julieta”. No estaba nerviosa por el estreno, ni tampoco por hacer de protagonista, sino por Christopher. Siempre que habíamos tenido un ensayo, en todas las escenas en las que los protagonistas se besaban, evitábamos besarnos. No porque nos gustara besarnos, sino porque nadie en el internado sabía que nos habíamos besado varias veces a escondidas. Sólo nuestros amigos, y estaba segurísima de que ellos no habían dicho nada por ahí.

Pero ahora el problema era distinto. Teníamos que besarnos delante de todo el colegio. Yo tenía novio. Christopher tenía novia. Y yo todavía estaba resentida con él, aunque me acosara para que lo perdonara. Pero eso era antes de que yo empezara a salir con Valley. Desde el partido, casi no había visto a Christopher. Sabía que asistía a clases, ya que coincidíamos en casi todas las asignaturas, y también lo veía en los ensayos, pero no lo veía más que en esas ocasiones. Sabía que comía después de que yo y Valley abandonáramos el comedor, y con la cena pasaba lo mismo.

Tampoco yo iba a su habitación. Pese a lo mucho que me gustaba la habitación de los chicos, no había vuelto desde que salía con Valley. A Christian no le gustaba que yo viera a Christopher. Pero yo tampoco sentía demasiadas ganas de verlo. Sabía que tendría que verlo en la fiesta de cumpleaños de Johnny, que era el mismo día que el estreno de la obra y que celebraríamos la pandilla entera en la antigua discoteca, que iba a estar cerrada porque no había ninguna fiesta programada para ese día, además de que el que tenía las llaves del edificio era Kevin.

Y llegó el día del estreno. Sabía que el teatro estaba hasta los topes de lleno. Al parecer, el hecho de que dos de las figuras más importantes del internado fueran los protagonistas de una de las historias de amor más bonitas de la historia causaba mucho morbo.

Me encantaba mi vestuario. Me habían confeccionado a medida un traje de estilo renacentista en tonos lilas, con los zapatos a juego, y me había hecho una especie de recogido, que llevaba junto con una especie de gorrito en la cabeza.

Durante toda la obra, Schoomaker no había parado de mirarme y de insinuarse, acercándose más a mí de lo debido. Hasta que la situación alcanzó su nivel máximo, cuando llegó la escena de la despedida de los amantes en el balcón de Julieta, después de que los amantes hubieran pasado la noche juntos:

- ¿Ya quieres irte? No ha asomado el día, la voz del ruiseñor, no de la alondra atravesó tu oído temeroso: canta en la noche, encima del granado. ¡Fue el ruiseñor, ya sabes, amor mío! – dije yo agarrándolo por la cintura.

- ¡Fue la alondra que anuncia la mañana, no el ruiseñor, mi amor, mira las rayas de la luz envidiosa que desgarra las nubes, allá lejos al oriente! Se apagaron los cirios de la noche y en puntillas el día se levanta sobre la bruma de los altos montes. ¡Si parto, vivo! ¡Sí me quedo, muero! – dijo él, agarrándome a su vez.

- Aquella luz lejana no es el día, el sol se desprendió de un meteoro, que te acompañe en el camino a Mantua, y como antorcha aclare tu camino. ¡Quédate, pues aún te queda tiempo!

- ¡Que me aprisionen y me den la muerte, si así lo quieres tú, yo estoy contento! ¡Diré que aquella lejanía gris no son los nuevos ojos de la aurora, sino la frente pálida de Cynthia, y que no son los trinos de la alondra los que pueblan la bóveda del cielo! Yo no quiero partir, quiero quedarme. Bienvenida la muerte, si Julieta lo quiere. Conversemos. No es de día.

- ¡Es de día! ¡Es de día! ¡Ándate pronto! Es la alondra que canta y desafina, con feos desacordes y aspereza. Si su canto reúne la dulzura, no es dulce si a nosotros nos separa. ¡Suelen decir que el sapo con la alondra se prestaron los ojos uno a otro, también debieron de trocar sus voces! Porque ese trino rompe nuestro abrazo echándote de aquí con su alborada! ¡Está aclarando más y más, adiós!

- ¡Está aclarando más y más el día, más y más se oscurecen nuestras penas!

En ese momento, entró Nat, caracterizada con toda la vestimenta del ama de Julieta:

- ¡Señora!

- ¿Ama?

- Viene a tu habitación tu señora madre. ¡Prudencia! ¡Ten cuidado! ¡Apunta el día!

Y salía de la escena tan rápido como había entrado. Entonces era una de las escenas de beso de la obra.

- ¡Ventana, entonces, deja entrar el día y que salga la vida! – exclamé.

- Un beso más, y bajo. – y ese era el momento del beso.

Como me imaginaba, Christopher se aprovechó de la situación. Me cogió de la cintura con fuerza, me pegó a él más de lo estrictamente permitido en la obra y me besó. Pero no con el tipo de beso delicado que requería la escena. Cuando juntó sus labios con los míos, vi que su lengua se abría camino hacia mi boca, por lo que entreabrí los labios, haciendo que nuestras lenguas se juntaran, y dejando profundizar el beso más de lo que me habría gustado para ese momento, pero no hice caso a mis pensamientos y me agarré a su cuello, profundizando aún más el beso.

Oí unos cuantos silbidos de admiración, que ignoré, a la vez que Nat y Charlie, caracterizadas como el ama y la señora Capuleto respectivamente, estallaban en gritos y aplausos, contagiando a medio teatro.

En ese momento paramos, y cuando miré a la gente de las primeras filas, entre ellos mi actual novio, que me miraba sin poder creer lo que acababa de ver, me puse muy roja. Chris se decidió en ese momento a continuar la escena.

- ¡Adiós! ¡Adiós! – exclamó, saliendo precipitadamente del escenario y dejándome con la escena a medias.

No podía creérmelo. ¡Se había ido, y aún no habíamos terminado la escena! Por suerte, Brandon Jeffries, que hacía del señor Capuleto, entró en escena, haciendo que pudiéramos terminarla.

La obra continuó sin más incidentes, y cuando por fin se bajó el telón definitivamente después de que hubiéramos salido a saludar, me encaminé hacia donde supuse que estaría Christopher, pero éste ya se había marchado. Pero en su lugar me encontré a Nat, que me arrastró literalmente a la cena, para que termináramos pronto y poder arreglarnos para la fiesta de Johnny. Bueno, arreglarnos consistía en algo sencillo, ya que sólo íbamos a estar los ocho de la pandilla en la fiesta. Johnny tenía intenciones de invitar a Christian, pero Schoomaker le pidió que no lo hiciera.

Tras la cena, en la cual vinieron bastantes personas a felicitarme por mi actuación como Julieta, las chicas y yo fuimos a nuestra habitación para arreglarnos mientras los chicos terminaban de preparar el lugar de la fiesta, todos excepto Johnny, que estaba en el edificio principal hablando por teléfono con su familia.

Nos habíamos vestido de manera semi informal, de manera que llevábamos vestidos cortos, pero no eran espectaculares, y tacones normales. Charlie se había puesto un vestido palabra de honor negro que se ajustaba en la cadera, para luego caer suelto, junto con stilettos negros. Penny, por el contrario, llevaba un vestido color blanco con cuello redondo, con muy poco escote, sin mangas, plisado y con cuatro botones negros en la parte delantera del vestido, con manoletinas negras. Nat iba bastante discreta para como iba siempre, y llevaba un vestido de corte imperio en color gris, con unos tacones bajos de color rosa claro, y lo único que destacaba de ella era su larga melena rubia, que había dejado suelta y sin adornos.

Y yo, por el contrario, me apetecía llevar algo con lo que destacase esa noche. Me lo merecía, después de todo, acababa de estrenar con éxito la obra de teatro del internado. Y además, ese día me sentía más guapa que de costumbre. Por lo que me puse un vestido verde irlandés con escote de pico que se ajustaba debajo del pecho y luego caía libre hasta casi las rodillas. Me había puesto unos zapatos de piel de serpiente en color beis claro y me había semi recogido el pelo con una horquilla de nácar.

Y, tras retocarnos el maquillaje por última vez, ponernos los abrigos y coger los regalos de Johnny, nos dirigimos a la fiesta. No había nadie por los pasillos a esas horas, y el camino se hizo silencioso. Apuramos un poco más que de costumbre, ya que hacía frío a esas horas de la noche.

Y llegamos a la fiesta. Los chicos habían decorado el antiguo gimnasio genial, con guirnaldas de colores, serpentinas, fotos de los Beatles y John Lennon, guirnaldas con el número diecisiete, como los años que cumplía Johnny, además de los tradicionales gorritos ridículos y demás cosas de cumpleaños.

En una zona del antiguo gimnasio había muchos cojines de colores que habían dispersado por el suelo, reluciente gracias a las limpiadoras sobornadas. Había una mesa con un mantel azul con la tarta y los regalos, un montón de regalos. Las luces de colores brillaban sin parar, y además, el equipo de música de Kevin reposaba en un rincón, sin duda con temas animados para bailar.

Johnny iba a venir de un momento a otro, así que apagamos las luces y nos escondimos donde encontramos sitio. Oímos ruido en el exterior, y la puerta se abrió:

- Charlie, no entiendo tu obsesión por taparme los ojos. ¿Vamos a hacerlo aquí?

Oí un golpe y un quejido de Johnny, y supuse que Charlie le había pegado.

- Venga Johnny, ahora ya puedes abrir los ojos.

En ese momento fue cuando todos salimos de nuestros escondites gritando “¡Sorpresa!”. La cara de Johnny en ese momento fue un poema.

- Chicos, no teníais que haberos molestado. En serio, lo de la fiesta es genial, aunque no hacía falta.

- Claro que sí Johnny. Al fin y al cabo, es tu cumpleaños. – le dije.

- Y Lena y yo no queríamos robarte el protagonismo hoy. – añadió Chris.

- Vale, me rindo, celebremos mi cumpleaños.

Y tras esto, hicimos lo de todos los rituales de cumpleaños. Johnny sopló la enorme tarta de manzana y crema (su tarta favorita), que habíamos encargado a las cocineras del internado con sus correspondientes diecisiete velas.

Luego entregamos nuestros regalos. Pensando en Charlie y Johnny, el resto del grupo habíamos acordado regalarles un viaje para los dos a Hawaii para cuando ellos quisieran, junto con todos los trajes de baño, además, las chicas habíamos acordado en regalarle a Charlie varios conjuntos de lencería francesa, para que los usara con Johnny, a modo de propio regalo de cumpleaños.

Y después de hacer la entrega de todos los regalos, haber bailado, y haber bebido (al menos lo suficiente como para no ser demasiado consciente de mis actos), empezamos a jugar a verdad o consecuencia. Todos estábamos ya ebrios, lo suficiente como para que no tuviéramos vergüenza de nada, así que sentados en un círculo en el medio de la pista, empezamos a girar la botella, que cayó en Jerry:

- Venga Jerry, te toca. ¿Verdad o consecuencia? – le preguntó Chris, que había asumido junto a éste el papel de showman del juego.

- Consecuencia, ya sabes que a mí las verdades no me van. – dijo él.

- Entonces consecuencia. Dime Charlie, ¿qué castigo le pondremos?

- Se me ocurren varios, pero hay dos que me gustan mucho. Bien irlandés, elige: o convocas al espíritu de una banshee…

- ¡NO! ¡NO PIENSO HACER ESO!

- …O besas a Nat.

- ¡No pienso dejar que Jerry me bese!

- Nat, no me apetece convocar a una banshee. Venga, acércate.

Nat no daba señales de acercarse, así que Jerry fue hacia donde estaba ella, besándola y haciendo que Nat pusiese los brazos alrededor de su cuello, profundizando el beso.

Todos empezamos a silbarles debido a que el beso, que debería haber durado un minuto como mucho, estaba durando más de lo que habíamos establecido. Con algo de fastidio, Nat y Jerry se separaron y volvieron a los sitios en los que estaban antes. Y después de eso, volvimos a girar la botella, que esta vez se paró en mí:

- Bien Lena, ¿verdad o consecuencia? – me preguntó Schoomaker.

- ¿Qué es lo mejor? O mejor dicho, ¿con qué vais a torturarme menos? – respondí yo.

- Puede que con la verdad o puede que con la respuesta – añadió Jerry siniestramente. – Tú decides.

No sabía que elegir, debido a que si decía verdad, ellos podrían enterarse de alguno de mis secretos, cosa que no me apetecía nada, pero le tenía demasiado miedo a la consecuencia, así que elegí la primera opción.

- Verdad.

- De acuerdo Lena, ahí va. ¿Con quién ha sido tu última fantasía sexual? Y no vale responder con el nombre de algún actor famoso.

- ¡No pienso contestar a eso! Es algo privado.

- Tú eres la que has elegido verdad. Si no respondes, tu castigo será peor.

- Está bien. Fue con Chris – admití algo avergonzada. No era normal que tuviera fantasías con alguien que no fuera mi novio.

- ¿Con Valley? – preguntó Schoomaker algo decepcionado.

- ¡Contigo estúpido! – y dicho esto, la cara de Chris cambió de decepción a satisfacción profunda.

Enrojecí involuntariamente, al mismo tiempo que los chicos empezaban a reírse de mi cara.

- ¿Y como ha sido? – preguntó Schoomaker muy interesado.

- Eso sí que no voy a contártelo, es algo demasiado privado.

- ¡Qué te importa! ¡Si era conmigo! – me dijo Chris.

- No tengo autoridad sobre mi subconsciente, no puedo controlar si sueño contigo en vez de con mi novio.

- ¿Te gustó?

- No insistas, no voy a contarte nada. Gira la botella, anda.

Por una vez, Schoomaker hizo lo que le había dicho, con tal mala suerte de que me volvió a tocar.

- Como en la pregunta de antes has escogido verdad, te toca consecuencia. Así que te vienes conmigo a un sitio más privado a contarme tus sueños. – dijo mientras se levantaba, me cogía de la mano y me arrastraba fuera del círculo.

- Eso no vale, la consecuencia tiene que decidirse entre todos. – le dije intentando pararlo.

- ¿Estáis todos de acuerdo? – preguntó Schoomaker en general.

- ¡Sí! – gritaron todos a la vez.

Reprimí un insulto por culpa de que Christopher tiró de mí hacia el baño, cerrando la puerta con pestillo para que yo no pudiera salir.

- ¿Piensas dejarme aquí encerrada? Te recuerdo que tú eres claustrofóbico.

- Esto es demasiado grande para sentir claustrofobia. Y no vamos a salir hasta que me cuentes lo de tu sueño.

- Te he dicho que no voy a contártelo.

- Vas a contármelo quieras o no.

- No.

Entonces me arrinconó contra la pared, mirándome fijamente. Estábamos muy cerca, sentíamos las respiraciones el uno del otro, y nuestros labios casi se rozaban.

- Dímelo. – me volvió a insistir.

- Oblígame – le susurré.

Y me besó, pero no como el beso de esa tarde, el de la obra de teatro, sino como algo más profundo, más salvaje. Nunca nos habíamos besado de esa manera, y yo no tenía ninguna duda de que eso era por el efecto del alcohol. Ya no nos estábamos dejando llevar por la razón, sino por los instintos.

Noté como las manos de Chris bajaban de mi cintura a mis muslos, aupándome para que nuestras bocas estuvieran a la misma altura y para que estuviera más pegada a él. Y eso fue lo que me hizo avanzar un paso más, algo que no había hecho en todos los besos que nos habíamos dado. Quité los brazos de su cuello, y, apoyándome en la pared para no caerme, empecé a desabrochar los botones de su camisa, sin parar de besarlo en el cuello y en los labios.

Al final la camisa de Christopher cayó al suelo. No podía dejar de admirar sus marcados abdominales, fruto sin duda del fútbol americano y de otros deportes. Él me volvió a dejar en el suelo para llevar las manos a mi espalda y empezar a bajarme la cremallera del vestido lentamente.

Mi vestido no llegó a caer al suelo, ni tampoco pasó nada más, porque unos golpes bastante fuertes en la puerta del baño hicieron que volviéramos a la realidad. Ambos nos acercamos a la puerta para ver qué es lo que estaba pasando, y la abrimos al mismo tiempo que Penny se metía dentro del baño con nosotros.

- ¿Qué pasa Penny? – preguntó él, al mismo tiempo que recogía la camisa del suelo y se la ponía.

- Valley está aquí. – dijo ella.

- ¿Qué? – casi grité yo.

- Lo que oyes. Pregunta por ti. Así que péinate, que nos vamos – dijo mientras me subía la cremallera del vestido, al mismo tiempo que yo empezaba a acomodarme el pelo.

Chris terminó de vestirse al mismo tiempo que yo estaba lista. Penny me dirigió una mirada de “tenemos que hablar” mientras salíamos del baño, y tras esto, me dirigí corriendo hacia dónde estaba Christian, muy cerca de la puerta.

- ¡Cariño! – le grité mientras le abrazaba, intentando ocultarle mi rostro culpable. - ¿Qué haces aquí?

- Te echaba de menos, por eso vine a ver qué tal estabas.

- Estoy bien, aunque me duele un poco la cabeza. Acompáñame hasta mi habitación, que estoy cansada.

Mientras me despedía de todos con un saludo rápido, salí de allí con Christian, que me acompañó hasta mi cuarto.

- ¿Te encuentras mejor? Puedo quedarme contigo esta noche si lo deseas – dijo mientras me agarraba de la cintura.

Adivinando sus intenciones, me separé de él, pegándome aún más a la puerta.

- No te preocupes, estaré bien. Hasta mañana Christian – le dije, dándole un rápido beso en los labios de despedida.

Me metí corriendo en la habitación y cerré la puerta antes de que Christian pudiera decir algo. Suspiré aliviada al oír como sus pasos se alejaban en el silencio de esas horas de la noche.

¿Qué había hecho? No podía creerme lo que acababa de pasar. ¿Por qué, si estaba saliendo con Christian, me enrollaba con Christopher a la primera ocasión? Me sentía culpable, muy culpable. No solo por el hecho de haber engañado a Christian, sino porque me había enrollado con Schoomaker a pesar de todo el daño que éste me había hecho.

Ahora, yo estaba actuando con Christian como Schoomaker había actuado conmigo. ¿Desde cuándo yo era así? Había cambiado. Para bien o para mal, Schoomaker me había cambiado, y no sabía si alegrarme por el resultado o enfurecerme. Pero yo no podía volver atrás ni intentar borrar lo que había pasado con Schoomaker hacía menos de media hora. Lo único que podía hacer era ignorarlo, e intentar serle fiel a Christian.

Desde luego, no podía volver a dejarme llevar de esa manera. No podía volver a estar a solas con Schoomaker nunca más. Sabía que si volvía a dejarme llevar de esa manera, ya nada sería igual.

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