jueves, 4 de septiembre de 2014

G.6: Primeras citas

Kevin P.O.V
Entro en el apartamento que comparto con Derek después de ir a correr a Central Park, y no me sorprende encontrarlo haciendo pesas en la habitación que usamos como gimnasio.
El apartamento originalmente contaba con tres dormitorios, pero Derek, al alquilarlo, convirtió uno de ellos en un pequeño gimnasio que ha llenado de máquinas. Se pasa la mitad del día allí, así que no es de extrañar encontrármelo allí cuando vuelvo.
-          ¡Kevin! ¡A ti quería yo verte! – dice dejando las pesas a un lado.
-          Derek, estoy bastante sudado. Hablamos cuando salga de la ducha.
-          Kev, esto no puede esperar. Solo serán cinco minutos.
Suspiro de resignación y me siento en una de los taburetes de la isleta de la cocina. Derek va a su habitación y vuelve con un paquete bastante grande envuelto en papel de colores.
-          Mientras tú corrías por Central Park, la señorita Richmond llamó a tu teléfono para confirmar la cita de esta noche. – añade haciéndose el interesante.
Eso atrae mi atención de inmediato.
-          ¿Qué le has dicho? – le pregunto, con un ligero tono de histerismo en la voz.
-          Kev, no seas melodramático – dice quitándole importancia al asunto. Lo sigo mirando, por lo que se apresura en contestarme – Le dije que la pasarías a recoger a las 20:30. Justo después de tomarte una cerveza con nosotros en el O´Connoly. – termina él con una sonrisa enorme de satisfacción por haberse salido con la suya.
Miro mal a Derek. Odio que organice mis planes así.
-          Y claro, después de la cena, por si su casa queda muy lejos, os dejaré el apartamento libre.
-          ¿Qué planes tienes tú?
-          Kev, por eso no te preocupes. Tengo una agenda lleva de teléfonos de chicas deseosas de que las llame. Buscar compañía no será un problema. Pero bueno, volviendo al tema, empecé a pensar en ti. En tus años de sequía y eso. Y se me ocurrió regalarte esto.
Derek me tiende el paquete y lo miro con recelo. Saliendo de Derek, puede ser cualquier cosa.
Al abrir el paquete, abro mucho los ojos de la sorpresa al encontrarme con una caja extra grande de preservativos, junto con el libro “¿Qué es esto? La sexualidad explicada para niños”.
-          Si realmente llevas cuatro años en dique seco, vas a necesitar esto esta noche – dice Derek esquivando por centímetros el libro que le acabo de tirar y encerrándose en su habitación. – ¡Mañana me lo agradecerás! – grita a través de la puerta.
Cuento hasta tres lentamente para no ir hasta su habitación y matarlo.
Pienso en la cita con Nancy. Le propuse salir dos meses después de empezar a trabajar juntos, y aceptó salir conmigo hoy, miércoles por la noche, víspera de Acción de Gracias. No sé qué puede pasar en esta cita, pero me muero de curiosidad por saberlo.

Nat P.O.V
Damien me mira desde su asiento a mi lado en la barra. Estamos tomando una copa en el bar de la zona VIP de la terminal del aeropuerto de Sydney. Remojo la aceituna una vez más en el Martini antes de llevármela a la boca.
-          Natalie, sólo te pido que lo pienses bien. – me pide mi mejor amigo por enésima vez acariciándose el bigote.
Cuando algo le preocupa o está sin inspiración siempre se lo acaricia.
-          Pareces un malo de novela cuando planea quitarle la inocencia a una virgen.
-          No cambies de tema, rubia.
Damien en ocasiones puede ser un pelmazo. Y esta vez lo está siendo de verdad. Pero mi decisión es firme.
-          Damien, créeme que lo he pensado. Voy a aceptar la oferta de Victoria’s Secret. Es mi última palabra sobre este asunto. – le digo muy convencida de mi decisión.
-          Sólo piénsalo detenidamente. Tú misma me has dicho que querías pasar más tiempo con Jerry.
-          Sí, sí que lo que he dicho.
-          Dado que todavía tienes un contrato con mi firma, tienes la campaña de MAC, la próxima portada de Sports Illustrated y ahora Victoria’s Secret, lo que estás consiguiendo es no poder ver a tu marido.
-          Créeme, lo sé. Pero no puedo desaprovechar esto. Tú mismo me dijiste que no desaprovechase las oportunidades que me ofreciesen. Y todas son muy buenas oportunidades.
-          Solo digo que estás intentando abarcar demasiado.
-          Damien, sé perfectamente lo que hago, no me sermonees más, que no eres mi madre.
-          Y doy gracias por no serlo. No sé qué haría con una hija como tú.
Damien suspira de nuevo. Me coge las manos y me mira directamente a los ojos.
-          Nat, sabes que estar en este mundo tiene un alto coste personal. Debes aprender a compaginarlo todo.
-          Damien, gracias por el consejo, pero sé lo que hacer. Voy a aceptar esto. Y ahora no quiero hablar más del trabajo, estos días que voy a pasar en Nueva York voy a estar sólo pendiente de Jerry.
Antes de irnos a las Bahamas, donde vamos a sacar las fotos promocionales de la nueva campaña de Damien, voy a pasar unos días con Jerry para celebrar Acción de Gracias. Aunque volveré a verlo en la boda de Johnny y Charlie, va a pasar bastante tiempo hasta que lo vuelva a ver. Y quiero aprovechar estos días al máximo.
No me preocupa la reacción de Jerry con la noticia de Victoria’s Secret. Siempre me ha apoyado en esto. Y esta vez lo volverá a hacer, porque sé que confía en mí. Si he llegado tan alto en este mundo, ha sido gracias a él. No puede fallarme ahora.

Jerry P.O.V
Miro fijamente el fondo de pantalla de mi teléfono. Nat sale sonriendo, como casi siempre. La foto se la saqué hace dos años, en un picnic en Central Park. De hecho, fue el último picnic que hicimos. Desde hace dos años, las veces en las que hemos pasado tiempo juntos han sido muy pocas. Y la echo de menos, muchísimo de menos.
-          Jerry, tío, deja el teléfono. – dice Derek desde el otro lado de la mesa. – Tenemos que darle consejos a Kev para que no la cague esta noche.
Como de costumbre, estamos tomando pintas en el bar de Fergus. Kev tiene una cita con Nancy, la profesora de su colegio. Johnny y Chris han quedado después con Charlie y Lena, y Derek tendrá algún plan con alguna chica. Todos tienen un plan. Todos menos yo, aunque no es de extrañar. Lleva siendo algo habitual desde hace cuatro años.
-          Dek, no tengo muchas ganas de dar consejos esta noche. – le contesto, acercando la cerveza a mi zona de la mesa.
-          Jerry, ¿qué te pasa? Estás raro – me dice Chris después de dar un sorbo a su cerveza.
-          He estado pensando, simplemente.
-          ¿Tú, pensando? Tíos, brindemos, esto es algo para la posteridad. – dice Dek levantando su copa, pero la baja cuando ve mi cara.
-          ¿En qué has estado pensando, Jerry? – me pregunta Johnny.
No ha sido fácil llegar a esto. Nada fácil. Lo he estado pensando durante demasiado tiempo y tampoco puedo seguir guardándomelo para mí.
-          Creo que voy a pedirle a Nat un tiempo.
Los chicos no ponen cara de sorpresa. Creo que se lo esperaban. Era de esperarse.
En los últimos cuatro años, he estado solo un mes seguido con Nat. El resto del tiempo ha estado viajando, haciendo desfiles y saliendo en campañas publicitarias.  En todo este tiempo, ha conseguido hacerse con un nombre dentro del mundo de la moda. Ha trabajado mucho para ello, pero a un alto precio.
La apoyé en su momento, cuando empezó a trabajar con Damien Hill, y todavía la sigo apoyando, pero eso no excluye que me sienta solo. En los últimos cuatro años, Nat solo ha pensado en ella misma, sin pensar en nosotros, en nuestro matrimonio. Y empiezo a cansarme de la situación.
-          Jerry, ¿estás seguro de ello? – pregunta Chris, con lo que asiento – Es una decisión importante.
-          Lo sé, lo he pensado mucho. Pero voy a hacerlo. Quiero ser egoísta por una vez. Siempre ha sido ella la importante, pero yo también formo parte de este matrimonio.
Johnny me pasa un brazo por los hombros, intentando ofrecerme algo de consuelo.
-          ¿Cuándo se lo vas a decir?
-          La próxima vez que venga a Nueva York. Esto es algo que tenemos que hablar en persona. No es algo que pueda decirse por teléfono.
Doy un sorbo a mi cerveza.
-          Jerry, sabes que vamos a estar aquí. No te vamos a dejar solo con todo esto.
-          Kev, no me habéis dejado solo en los últimos cuatro años. Y os doy gracias por ello.
Puede sonar cursi, pero ellos siempre han estado allí. Y sé que estarán ahí cuando hable con Nat. Algo que me da miedo, pero que tengo que hacer.

Kevin P.O.V
Aparco el coche delante de un edificio rojo en Mulberry Street, donde vive Nancy. He quedado en recogerla y después llevarla hasta Pierrot, un restaurante francés en el Soho que me ha recomendado Derek.
La veo salir. Está guapísima. El pelo rubio le cae en ondas, y el vestido rojo que lleva puesto le marca perfectamente todas las curvas. Me da un beso en la mejilla y se fija en mi coche por primera vez.
-          ¡Dios mío! ¿Es tuyo este coche? – exclama sorprendida al ver mi Ford Anglia azul.
-          Ajá. – respondo
-          ¡Me encanta! Es como el que sale en Harry Potter.
Sonrío satisfecho. Compré el coche porque me había enamorado de él cuando lo vi en la segunda película de Harry Potter, y me alegra comprobar que a Nancy le gustan esas pelis.
Le abro la puerta del coche a Nancy y después me acomodo yo a su lado.
-          Lo compré en una subasta de coches antiguos en Denver, con diecisiete años.
-          ¿Tan joven? – pregunta ella sorprendida.
-          Había trabajado durante dos veranos dando clases de inglés a niños pequeños. Conseguí ahorrar lo suficiente para comprarme un coche. Fui a la subasta, dispuesto a comprarme un coche barato… Pero vi el Ford Anglia, y no pude resistirme.
-          Eso suena a amor a primera vista.
-          Lo fue. Me gasté todos mis ahorros en el coche. Fue la única locura que cometí en mi vida.
-          ¿Solo la única? – pregunta ella con coquetería.
-          Siempre he sido demasiado responsable. – le contesto a regañadientes.
Nancy pone en marcha el equipo de música y suenan los primeros acordes de “Pinball Wizard”.
-          “Clásico” sería la palabra. – añade ella entre risas. – Espera, déjame adivinar. Fuiste el valedictoriam de tu curso.  Seguro que también fuiste el delegado de curso durante un considerable número de años.
Asiento en silencio y ella suelta una carcajada.
-          Lo sabía. Sabía que eras el típico niño bueno responsable.
-          Créeme, lo era. En Stanford dejé algo de lado esa faceta.
-          Hubiera apostado que venías de Harvard o alguna universidad pija de estas. – río en silencio.
Llegamos al restaurante, y encuentro aparcamiento a pocos metros de la puerta del local. Salimos del coche y le abro la puerta.
Nancy mira complacida a su alrededor. El maître se acerca a nosotros y doy mi nombre, por lo que nos conduce a una mesa situada en uno de los extremos del local. Por suerte, nos han dejado en una mesa con más intimidad.
Le aparto la silla y ella se sienta. Me siento enfrente de ella y espero expectante lo que tiene que decir sobre esto.
-          Vale, reconozco que con el coche ya habías ganado puntos, pero esto es genial. Sí que sabes cómo impresionar a una chica.
Le dedico una sonrisa tímida y ella sonríe.
-          ¿Es la primera vez que vienes? – pregunta ella echando un vistazo a la carta.
-          No. Pero Derek me lo ha recomendado, así que supongo que estará bien. Tiene un gusto pésimo para las citas, pero suele acertar con los restaurantes.
-          Me fiaré de vuestro criterio entonces.
Echamos un vistazo a la carta, y al poco tiempo, aparece el camarero para tomarnos el pedido.

-          Para la señorita filet mignon, por favor. Y para mí, pato salvaje con salsa de fresa. – añado rápidamente dejando la carta en un lado de la mesa.
-          ¿Les apetece vino a los señores?
-          ¿Nancy? – pregunto.
-          Sí, por favor. – contesta ella retirando la carta.
-          Lo dejo a su criterio, entonces.
El camarero desaparece de nuestra vista, dejándonos solos.
-          ¿Y tú qué? Aun no me has contado tu historia.
-          No hay mucho que contar. Me crie en un pueblo pequeño de Alabama, saqué muy buenas notas en el instituto y conseguí una beca para venir aquí a la universidad, a Nueva York. Y me enamoré de la ciudad. Por eso quise quedarme aquí tras graduarme. Nueva York me ofrecía mucho más que Brentwood. Es una ciudad genial.
-          Lo es. – admito.
-          ¿Y qué me dices de ti? ¿Cómo es que un chico de Denver acabó aquí?
El camarero interrumpe nuestra conversación y comienza a servirnos el vino. Hecho esto, se retira con discreción, permitiéndome responderle a Nancy.
-          Mi padre es el dueño y director de St. Peter College, un internado a las afueras de Denver. Estudié en el internado y, al graduarme, solicité plaza en Stanford.
-          La universidad de los no-pijos. – añade ella antes de darle un sorbo a su copa de vino.
-          Exacto – le respondo sonriendo – Después de graduarme, no tenía muy claro lo que hacer. Mis padres querían que diese clase en el internado, para acostumbrarme a estar allí y dirigirlo en un futuro.
-          Pero no regresaste a Denver.
-          No lo hice. No quería volver al internado tan pronto. Me gusta demasiado mi libertad como para renunciar a ella tan pronto.
-          ¿Y cómo es que decidiste venir a Nueva York?
-          Mi amiga Lena nos convenció a todos. Ella siempre vivió aquí, y quería vivir aquí tras graduarse. Chris, su novio y muy amigo mío, decidió mudarse. Charlie y Johnny decidieron probar suerte aquí, y consiguieron buenos contratos como abogados de empresas privadas. Jerry ya vivía aquí, así que el que faltaba era yo.
-          Y pensaste que sería una buena idea venir a vivir a Nueva York.
-          Sigo pensando que es una buena idea. Conozco a mis amigos desde el primer curso del internado, son mi segunda familia. No quería estar separado de ellos tampoco.
-          Creo que tomaste una buena decisión. Por un lado lo de venirte aquí, y por otra lo de querer seguir con tus amigos. Son un apoyo para ti.
-          Lo son. Es genial que estén aquí. Es como si nada hubiese cambiado desde el internado.
Seguimos con la conversación durante toda la cena. Como me imaginaba, Nancy es tan interesante como había supuesto es un principio. Coincidimos bastante en gustos literarios, ya que ella es tan fan de Dickens como yo, aunque no puedo decir lo mismo con respecto a la música.
Salimos de la cena y caminamos hacia el coche. Una vez dentro, le pregunto a Nancy qué le apetece hacer.
-          Me apetece tomar una copa.
-          Está bien. ¿Dónde te apetece ir?
-          Bueno… Derek me ha comentado cuando te he llamado antes que haces unos mojitos de muerte.
Me sonrojo sin poder evitarlo, aunque con la oscuridad en el Ford Anglia, Nancy no puede verme.
-          De acuerdo. Te haré esos mojitos.
Conduzco de nuevo hasta el apartamento que comparto con Derek. Aparco en el garaje del edificio y subimos en el ascensor hasta mi piso. Entramos en el apartamento y enciendo las luces.
-          Vaya Kev, es precioso.
El apartamento es un amplio espacio abierto sin paredes, en tonos gris y blanco. En una de las esquinas se encuentra una cocina americana, separada del salón por una barra de desayuno. En el espacio central están los sofás y la televisión, y en la otra esquina, una zona de trabajo compuesta por mi escritorio de trabajo y la mesa de dibujo de Derek. En la pared del fondo se encuentran mi habitación, la de Derek, el gimnasio y el baño compartido.
-          ¿Te gusta?
-          Ajá – dice ella sentándose en uno de los sofás – Bastante ordenado para dos tíos.
-          No sin mucho esfuerzo – añado, con lo que ella se ríe. – Ponte cómoda, haré esos mojitos.
Me quito la americana y la deposito sobre uno de los taburetes de la cocina. Echo hacia atrás las mangas de la camisa y saco los ingredientes. Empiezo con la tarea y noto los brazos de Nancy abrazándome por detrás.
-          ¿Quieres que te ayude? Me siento un poco inútil ahí sentada.
-          De acuerdo.
Coloco a Nancy delante de mí. Es más bajita que yo,
-          Mete las hojas de hierbabuena en los vasos, pero deja unas pocas para el final, para la decoración. – Nancy hace lo que le digo bastante rápido – Y ahora añades dos cucharadas de azúcar y exprimes la lima.
-          ¿Así? – pregunta ella girándose hacia mí.
Está adorable ahora mismo. Sonríe, coqueta, la sonrisa se le extiende hasta los hoyuelos. Siento unas ganas enormes de besarla.
-          Kevin, creo que no me apetece el mojito – dice ella girándose hacia mí y mirándome.
-          ¿Ah, sí?
-          Creo que me apetece hacer otra cosa ahora mismo.
La tensión se percibe en el ambiente. Casi a la vez, nos abalanzamos el uno sobre el otro. Nuestros labios chocan y comenzamos un baile de lenguas. La sujeto por la cintura y ella hace lo mismo con la mía.
Pronto nos quedamos sin aliento y nos separamos un poco. Nancy sonríe.
-          Creo que deberíamos ir al dormitorio.
-          A sus órdenes, milady.

La cojo en brazos y ella suelta una carcajada. La vuelvo a besar y la llevo al dormitorio, de donde no tengo pensado salir hasta mucho después.





lunes, 28 de abril de 2014

G.5: La secretaria

Lena P.O.V
Noviembre, una semana antes de Acción de Gracias
La carta de renuncia de Cathleen, mi última y ahora ex secretaria, descansa sobre el escritorio lacado en blanco de mi despacho en Williams Inc.
Desde hace exactamente tres semanas, soy arquitecta de pleno derecho en Williams, ya que tía Abbie me ascendió cuando vio mi proyecto para restaurar un viejo bloque de apartamentos en Brooklyn. Las ventajas del ascenso son un despacho propio (aunque sea pequeño lo adoro) y una secretaria. Lo que no me contaron es que, con el ascenso, también viene incluido que mis secretarias renuncien a los pocos días de empezar a trabajar, todas por un mismo motivo: Derek Duquette.
Intento conservar la calma y calmar mis instintos de ir a matar a Derek ahora mismo. Llevo cuatro cartas de renuncia en estas últimas tres semanas, y esta es la última que voy a permitir.
Conservando la calma, salgo del despacho y recorro la planta hasta llegar a la puerta del despacho de Derek. Hannah, su secretaria, me mira desde su mesa:
-          Hannah, ¿está Derek en el despacho? – le pregunto antes de llamar a la puerta.
-          Sí, pasa, acaba de salir de una reunión.
Entro sin llamar y no me sorprendo de ver a Derek jugando en un rincón del despacho al golf en la Wii. Hace un tiro y cuando lo mete en el hoyo, aprovecho para acercarme hasta el televisor de plasma y apagarlo.
-          ¡Eh! ¡Estaba en el hoyo 18! ¿Por qué has hecho eso?
-          Porque eres un gilipollas – le suelto mientras me quedo frente a él con los brazos cruzados.
Derek advierte mi cara de enfado y adopta una expresión de niño que nunca ha roto un plato.
-          ¿No deberías estar terminando tu informe sobre el edificio Ballys? – pregunta con voz inocente.
-          Lo haría si todavía tuviese una secretaria.
-          ¿Otra renuncia? ¿No es ya la cuarta?
-          Veo que llevas muy bien la cuenta de las secretarias con las que te has acostado.
-          Lenny, no es mi culpa si eres una dictadora en potencia.
-          Dek, todas se van porque las dejas cuando por fin te las tiras. Dime una cosa, ¿podrías no tirarte a mis secretarias?
-          Eso lo veo difícil. No es mi culpa que todas tus secretarias estén buenas.
Cuento hasta tres lentamente para no pegarle una colleja, o hacerle algo peor.
-          Derek, voy a proponerte algo. Y créeme, te va a interesar
-          Sorpréndeme, gatita.
-          Si me consigues entre hoy y mañana una secretaria con la que no tengas intención de acostarte, no le contaré a la tía Abbie que te estás tirando al personal de la empresa.
-          ¡Eso es trampa!
-          Tú decides. Y mientras tanto, me voy para que te lo pienses.
-          ¿A dónde vas? ¿No vamos a comer juntos?
-          Me voy a comer con Chris. No me apetece saber nada de ti en un par de horas.
Y salgo de allí con una sonrisa satisfecha. Ahora Derek tendrá que conseguirme una secretaria si no quiere que lo delate a la tía Abbie.
Hannah me mira con una ceja alzada, interrogante. Ella es de las mejores personas que he conocido en la empresa. Es muy inteligente, trabajadora y la única secretaria que ha aguantado a Derek como jefe. Se merece que le hagan un altar. Ella es rubia de ojos marrones, y tiene mi misma edad.
-          ¿No vas a contarme nada?
-          Créeme, en menos de un minuto tu jefe te llamará histérico para contártelo.
De repente, oímos como Derek grita desde su despacho el nombre de Hannah y las dos empezamos a reír.
-          Hannah, ¿puedes pedirme un Town Car? Voy a salir a comer con Chris.
-          Desde luego Lena. Vete tranquila, que cuando llegues a la calle estará esperándote.
Le lanzo un beso al aire y vuelvo a mi despacho a por el bolso y el abrigo. Bajo en el ascensor hasta el vestíbulo y saludo a Eugene, el encargado de seguridad, antes de cruzar las puertas y pasar a la calle. El Town Car me espera en la acera. Subo y me relajo durante el viaje hasta las oficinas de Schoomaker Enterprises Holding.
La sede de SEH en Nueva York es un imponente edificio de 50 plantas ubicado en Barclay Street. Las oficinas de Schoomaker ocupan las tres últimas plantas del edificio, que es a donde me dirijo.
Paso por el control de seguridad y doy mi nombre a los guardias, que me dejan pasar de inmediato. Subo al ascensor y pulso en el piso 48, donde se encuentra la recepción de la empresa. Saludo a Christine, la recepcionista, una pelirroja adorable que tiene más o menos mi edad.
-          ¡Lena! Tú otra vez por aquí.
-          Vengo a buscar a Chris para ir a almorzar.
-          Creo que está en su despacho, no lo he visto bajar.
-          Iré hasta su despacho entonces. ¡Gracias Christine! – le digo mientras me voy alejando.
-          ¡Un placer Lena!
Tomo el ascensor y subo hasta la última planta, donde se encuentra el despacho de Chris. Voy saludando a sus compañeros a medida que avanzo por el piso, y me detengo en seco cuando llego a la puerta de su despacho. En la mesa de delante, normalmente ocupada por Chad, su secretario, ahora está ocupada.
La rubia me mira con ojos grises con frialdad desde su mesa, mientras continúa limándose las uñas.
-          Hola Lena. Un placer verte por aquí. – dice con un tono de ironía en su voz.
Si antes pensaba que Becca Montgomery era una zorra, ahora lo creo firmemente. No ha cambiado nada en estos últimos cuatro años. Sigue siendo la misma Barbie con extensiones que antes.
-          Por si no lo sabías, Christopher está reunido – continúa ella sin mirarme mientras continua prestando atención a sus uñas.
-          Becca, ¿qué haces tú aquí? – pregunto totalmente sorprendida.
-          ¿No te lo ha dicho Chris? Soy su nueva secretaria.
Contengo mi ira unos instantes y me pongo en modo zorra.
-          ¡Es verdad! Me había comentado algo, pero lo había olvidado. Y dime, ¿sabes cuánto le falta a su reunión?
-          Bastante rato. – responde ella. Zorra. Te arrancaría tus extensiones una a una.
-          Entonces me marcho. Le mandaré un mensaje. – digo mientras me marcho.
Estúpida barbie con extensiones. La mataría lentamente, por zorra. Y también a Chris. Joder, no me ha contado nada sobre el hecho de que Becca trabaja en SEH. En cuanto lo tenga delante se va a enterar. La fiera Williams ha despertado.
Cojo el ascensor y bajo hasta el vestíbulo. Llamo a Charlie antes de salir a la calle. La pelirroja me responde tras dos pitidos.
-          ¡Leni! He ido a tu despacho para ver si comíamos juntas, pero ya no estabas. Derek me ha dicho que ibas a comer con Chris.
-          Comida cancelada. ¿Te apetece comer en Luigi’s?
-          Nunca me negaré a comer lasaña de verduras de Luigi’s. ¿Quedamos allí?
-          Dame diez minutos y estoy allí esperando.
Con el cabreo que llevo encima decido ir andando hasta el restaurante, aunque sea Noviembre y haga bastante frío. Mientras camino, saco mi BlackBerry y le mando un correo a Chris:

Mensaje nuevo
De: Helena Williams
Para: Christopher Schoomaker
Asunto: Cambio de personal
Cariño, ¿no tienes nada nuevo que contarme?
Helena Williams
Arquitecta de Williams Inc.

Diez minutos más tarde entro en Luigi’s y veo que Charlie e Ethan me saludan desde nuestra mesa habitual. Los saludo con un beso en la mejilla a cada uno, me quito el abrigo y me siento.
-          Estás colorada, ¿has venido andando?
-          Ajá – respondo mientras cojo la carta y empiezo a mirarla.
-          ¿Qué ha pasado? – pregunta Ethan con un tono cauto.
-          Básicamente, he tenido un día de mierda.
-          ¿Y eso? – pregunta Charlie.
-          Cathleen ha presentado su renuncia esta mañana.
-          ¿Otra renuncia de tu secretaria? ¿Cuántas secretarias llevas ya? – dice Ethan alarmado. No le culpo, tiene razón.
-          Con esta ya van cuatro.
-          ¿Cathleen también se ha acostado con Derek? – pregunta Charlie incrédula.
Asiento en silencio y Charlie e Ethan suspirar de frustración.
-          Vale, admito que Derek es guapo, pero tampoco creo que sea un imán sexual o algo así.
-          ¿Tú no eres la que se va a casar en tres semanas?
-          Lena, creo que Johnny es el tío más sexy que he conocido, y voy a casarme con él sin dudarlo – Ethan y yo ponemos los ojos en blanco – Pero también admito que tengo ojos en la cara, y creo que Dek es guapo. Y tú tampoco estás nada mal, Manson, hay que admitirlo.
Ethan se pone colorado y Charlie y yo empezamos a reírnos a carcajada limpia. Ethan es muy tímido a la hora de aceptar piropos, y siempre que podemos nos metemos con él.
-          Creedme, tengo un plan infalible para que Derek deje a mis secretarias en paz. Le he amenazado con que, si no me busca una secretaria a la que no quiera tirarse, le cuento el asunto de las secretarias a tía Abbie. – les cuento.
-          ¿Crees que la va a buscar? – pregunta Charlie con algo de duda.
-          Por supuesto. Si mi madre se entera de lo de las secretarias, Derek sería relevado del cargo de supervisor. Y créeme, no quiere perder ese puesto. – le responde Ethan.
En ese momento llega el camarero para tomarnos el pedido. Tras pedir lasaña vegetal, decido retomar la conversación.
-          Pero eso no ha sido lo peor.
-          ¿Qué te ha pasado?
-          Cuando he ido a buscar a Chris para ir a comer con él, resulta que me encuentro con que tiene una nueva secretaria.
-          ¿La conocemos? – pregunta Ethan.
-          Tu no, pero Charlie sí. Char, ¿te acuerdas de quien era Becca Montgomery?
Charlie suelta un gritito de la sorpresa.
-          ¿La vecina zorra de Chris en los Hamptons?
-          Ajá – respondo. – Ahora es su nueva secretaria.
-          ¡No me lo puedo creer! – exclama Charlie.
-          Esperad, me he perdido. ¿Quién es Becca Montgomery y por qué os ponéis así? – pregunta Ethan desconcertado.
-          Becca Montgomery es la semilla del diablo – responde Charlie.
Ethan me mira con gesto interrogante y me apresuro en aclarárselo.
-          Te acuerdas de que te conté que hace cuatro años Chris me pidió matrimonio. – Ethan asiente al recordarlo. – Y recordarás que le dije que no. Chris se marchó de Los Ángeles sin darme la oportunidad de explicarme, por lo que fui a la mansión Schoomaker para hablar con él.
-          Más bien te llevamos engañada, que tampoco tenías muchas ganas de hablar con él – añade Charlie interrumpiéndome.
-          A lo que iba – continuo después de mirar mal a Charlie – que cuando llegué allí me encontré con que Chris andaba tonteando con la subnormal de Becca.
-          Pero eso tampoco es tan grave. – miro mal a Ethan, muy mal – A ver, déjame explicarme. Si realmente no estaba liado con ella…
-          Lo estuvo. – dice Charlie. – Unos años antes estuvieron liados durante un verano.
-          Eso no es lo peor. Becca estuvo un año estudiando en Harvard, y no dejaba de coquetear con Chris. Luego se cansó, pero lo estuvo haciendo. Y eso me cabreaba bastante. Cada vez que iba a visitar a Chris a Massachusetts, aparecía Becca para estropearnos la cita.
-          Entonces, ¿qué hace trabajando en SEH? – pregunta Ethan.
-          Eso mismo me pregunto yo.
-          ¿Has hablado con Chris? – comenta Charlie.
-          No, no he podido. Estaba reunido. De todas maneras, estoy muy cabreada con él. No quiero hablar con él ahora.
Un pitido procedente de mi BlackBerry capta mi atención. La miro y veo que Chris me ha contestado el correo, pero decido ignorarlo y pongo la BlackBerry en silencio.
A los pocos minutos nos traen la comida y el tema de conversación cambia. Charlie ya tiene casi todos los preparativos de la boda listos, pero tiene los típicos nervios por la proximidad de la fecha. Lo que no sabe es el destino de su luna de miel, ya que Johnny no quiere decírselo ni a ella ni a nadie, aunque supongo que al resto nos lo contará unos días antes para poder organizarle la maleta a Charlie.
En cuanto a Ethan, sigue como siempre. Juliet está empezando a caminar, y les vuelve a él y a Betty locos persiguiéndola por todo su apartamento.
Y yo, por mi parte, estoy organizando una cena de Acción de Gracias. Dado que Chris y yo nos hemos mudado hace un mes al apartamento nuevo, queremos organizar una pequeña cena para inaugurar el apartamento. La convivencia con Chris hasta ahora ha sido bastante buena, ya que apenas hemos discutido. Pero presiento que hoy vamos a tener una bronca.
Terminamos de comer, pagamos y volvemos caminando hasta Williams Inc. Me despido de Charlie e Ethan cuando el ascensor llega a su piso y continúo hasta el mío. Llego hasta mi despacho y me sorprendo al encontrarme allí a Derek y Hannah.
-          Veo que no habéis perdido el tiempo. – comento mientras dejo mi abrigo en el perchero y me siento en mi silla.
-          A Hannah y a mí se nos ha ocurrido una solución para tu problema con las secretarias.
-          Dispara, Dek.
Dek se queda callado y Hannah le pega un codazo para que hable.
-          Hannah y yo hemos estado hablando y me ha hecho ver que lo que he hecho está mal. – Dek mira a Hannah y ella asiente. – Así que me ha ayudado a buscarte una persona con la que nunca me acostaría.
Los miro expectantes.
-          ¡Pasa George! – grita Hannah a la puerta.
Y por la puerta entra George Smith, subsecretario de mi padre. Para cualquier chica, George tendría el aspecto del chico empollón de instituto que resulta atractivo cuando se gradúa, con sus ojos azules y el pelo negro peinado hacia arriba. Para la desgracia de esa clase de chicas, George es conocido en la empresa por ser totalmente gay. Y por ser totalmente encantador.
-          Hannah, no me digas que esta es mi nueva jefa – dice sonriendo totalmente.
-          Será un placer trabajar contigo – le digo tendiéndole la mano.
George me la estrecha y sé que vamos a trabajar bien juntos.
***
Tres horas más tarde mi nuevo secretario entra en mi despacho llevando un centro gigante de peonías blancas. Lo deja encima de mi mesa y se aparta un mechón de pelo que le tapa sus ojos azules.
-          ¿Y esto? – pregunto totalmente desconcertada.
-          Un regalito para ti. Las envía Christopher Schoomaker. – dice sentándose enfrente de mí.
-          George, llévatelas de aquí.
-          ¿Y eso? ¡Pero si son preciosas! – protesta él indignado.
-          Son una disculpa barata por parte de mi novio. Y ahora mismo estoy muy cabreada con él.
-          En la nota ponía que no habías leído sus correos. – comenta él como si nada.
-          ¿Correos? ¿Qué correos?
-          Lena, tienes como tres mensajes de él. Por lo que me ha dicho cuando llamó para avisar de lo de las flores.
-          ¿Chris ya llamado?
-          Ajá – asiente él mientras se levanta y coloca el centro en un rincón del despacho. – Y creo que deberías leer sus correos. Si a mí un tío me mandase flores, me dignaría a leer lo que tiene que decirme.
George cierra la puerta y yo suspiro de frustración. Cojo mi BlackBerry y empiezo a leer los mensajes de mi bandeja de entrada:

Mensaje nuevo
De: Christopher Schoomaker
Para: Helena Williams
Asunto: ¿Crees que tengo Alzheimer? ;)
¿Yo? Creo que no se me ha olvidado nada.
Christopher Schoomaker
Vicepresidente ejecutivo de Schoomaker Enterprises Holding.

Mensaje nuevo
De: Christopher Schoomaker
Para: Helena Williams
Asunto: ¿Has estado en la empresa?
Lena, creo que puedo explicártelo. ¿Paso a recogerte cuando salgas?
Christopher Schoomaker
Vicepresidente ejecutivo de Schoomaker Enterprises Holding.

Mensaje nuevo
De: Christopher Schoomaker
Para: Helena Williams
Asunto: Perdón
Vale, comprendo que estés cabreada. Lo siento, se me pasó contarte lo de Becca. Pensé que no iba a ser algo que te molestase. Llevo una semana de locos, y no creí que fuese importante. En serio, quiero hablar contigo. Llámame o algo.
Christopher Schoomaker
Vicepresidente ejecutivo que ruega perdón de rodillas de Schoomaker Enterprises Holding.

Suspiro y decido contestarle, aunque sigo cabreada:

Mensaje nuevo
De: Helena Williams
Para: Christopher Schoomaker
Asunto: Pensaba que me conocías mejor
Admito tu perspicacia, Schoomaker. Después de cuatro años a tu lado, aun me sorprendo de que no seas capaz de distinguir una cosa que me molesta de otra que no lo hace. El hecho de que Becca trabaje en tu empresa me molesta, pero me molesta aún más el hecho de que no te pareciese importante contármelo.
Creo que es bastante razonable el hecho de que me moleste porque tu nueva secretaria sea tu ex novia, y más aún después de todas las veces que nos ha arruinado citas, sin contar con el hecho de que estuvieses coqueteando con ella cuando “casi cortamos”.
Imagínate la cara de imbécil que se me ha quedado cuando la he visto en la mesa delante de tu despacho. Joder, mi día estaba siendo una mierda, no hacía falta empeorarlo de por sí.
Hablaremos cuando llegue a casa. No quiero que vengas a buscarme, ya me llevará Ethan.
Helena Williams
Arquitecta de Williams Inc.
P.D: Gracias por las flores. Aunque haya tenido la tentación de tirártelas a la cabeza.

Llegan las cinco en punto y es mi hora de salida. Recojo mis cosas, me despido de todos y voy a buscar a Ethan, el encargado de llevarme hoy a casa.
Pensaba que el viaje hasta el apartamento iba a ser silencioso, pero me equivocaba.
-          Lena.
-          ¿Sí, Ethan?
-          No seas muy dura con él. Te quiere, y no creo que lo haya hecho con mala intención.
-          Intentaré ser comprensiva – digo, pero Ethan me interrumpe.
-          Lo digo en serio. Tienes que saber escoger las peleas que vas a tener.
-          ¿Tú lo haces?
-          Constantemente. Si fuese por Betty estaríamos todo el día peleados por nimiedades. Por eso, muchas veces paso del tema y le dejo salirse con la suya.
-          ¿Estás diciéndome que lo deje pasar?
-          Solo digo que no montes un drama de todo esto.
Frunzo el ceño e Ethan sonríe.
-          Es solo un consejo. Es tu decisión seguirlo o no.
Ethan llega y aparca en la acera de mi edificio. Me despido de él y cierro la puerta del coche. Entro al edificio y monto en el ascensor, donde tecleo el código que me permite subir  hasta nuestro apartamento.
Una vez en el vestíbulo, me sorprendo al encontrar la iluminación tenue. Me quito el abrigo y lo dejo de cualquier manera en una de las sillas del vestíbulo junto con el bolso, y me dirijo al salón.
Me sorprendo al ver a Christopher de espaldas a la puerta, mirando Central Park desde la cristalera del salón. Al oírme, se gira y sonríe.
-          Lena. Te estaba esperando.
Por un instante lo odio. Lleva la camisa blanca desabrochada y unos vaqueros azules, que son los que mejor le sientan. Intento no distraerme con la visión que tengo delante y me siento en el sofá, sin mirarle.
-          Tenemos que hablar – le suelto mientras me acomodo y acerco uno de mis pies hacia mí para quitarme los tacones.
Chris se sienta a mi lado y me atrapa los dos pies. Intento protestar:
-          Shh. Ahora no – dice mientras me desabrocha una de las tiras y tira el zapato al suelo. Seguidamente, hace lo mismo con el otro pie y empieza a repartir besos por mi pierna.
-          Christopher… – digo intentando disimular que lo que está haciendo me está gustando demasiado – No vale usar tácticas de distracción.
-          Pensé que te gustaba que te hiciese esto – responde mientras sigue con su tarea.
-          Tenemos que hablar. No intentes evitar el tema.
 Chris suspira y deja de besar mi pierna, aunque tampoco la suelta. Permanece unos instantes en silencio y comienza a hablar:
-          Leí tu correo. Bueno, en realidad leí los dos que me mandaste.
-          ¿Y?
-          Lo siento. Debería habértelo dicho. No quería que te enterases así.
-          Comprendes mi enfado.
-          Entiendo tu reacción. Pero déjame decirte algo. No tienes nada de lo que preocuparte. Mi padre me la asignó aquí como favor al padre de Becca. Sé que no te hace mucha gracia, pero será algo temporal.
-          ¿Y cómo sé que no intentará coquetear contigo?
-          ¿No te fías de mí?
-          De ti sí. De ella no.
-          Vale, de acuerdo. Te prometo que, si ella intenta algo sospechoso, pediré que la reasignen.
Lo medito durante unos instantes. Si realmente la contratación de Becca es un favor de Charles Schoomaker, no es propio que la reasignen a la semana de empezar su trabajo.
-          De acuerdo. Lo acepto.
-          Está bien. Y ahora, vámonos a la cama.
Lo miro sorprendida y él sonríe.
-          Lena, ahora mismo sólo puedo pensar en quitarte ese vestido.
-          Hazlo – le respondo coqueta.

Christopher se mueve por el sofá hasta situarse encima de mí. Nos besamos con fiereza, y yo ya estoy perdida.